El motivo de sexo es un motivo primario o biológico vital para la supervivencia de la especie; y a diferencia del hambre, sed y sueño no tiene mecanismos homeostáticos que regulen a corto plazo su actividad. Así, la función sexual no es regulatoria, a diferencia de las anteriores que sí lo son.
Su estudio se ha efectuado fundamentalmente con animales, sobre todo ratas, poniéndose de manifiesto que la actividad sexual está controlada en gran medida por las hormonas sexuales. También, que está ligada al ciclo reproductivo de las hembras.
A medida que se asciende en la escala filogenética de la respuesta sexual, va teniendo menos dependencia de nivel hormonal. En los seres humanos la motivación sexual sigue teniendo una base claramente fisiológica, pero está modulada por el aprendizaje y los factores sociales y culturales. En cualquier caso, la actividad sexual es un reforzador muy potente no explicable como sistema autorregulador, puesto que no hay controles homeostáticos que regulen esta actividad a corto plazo.
El deseo o la expectativa de placer en el sexo es el principal determinante psicológico de la conducta sexual.
Motivación sexual y hormonas sexuales
Desde el punto de vista biológico, el sexo tiene como función la reproducción. Dicha función es controlada por mecanismos fisiológicos en los que, sobre todo en especies inferiores, las hormonas sexuales juegan un papel relevante.
Son dos los efectos que las hormonas sexuales, segregadas por las glándulas sexuales, ejercen sobre la conducta: un efecto organizador y un efecto activador. El efecto organizador tiene que ver con el dimorfismo sexual (=diferencias entre machos y hembras) y se caracteriza por ser irreversible y producirse durante el período prenatal. El efecto activador hace referencia al papel que las hormonas tienen sobre el organismo maduro de forma reversible y temporal.
Se considera que el hipotálamo interviene en el control de la conducta sexual, aunque también se admite que lo hacen otras estructuras, como por ejemplo los lóbulos temporales. Además, fisiológicamente, la conducta consumatoria depende de la médula espinal, aunque el cerebro es relevante pudiendo influir en los reflejos medulares.
Motivación sexual y aprendizaje
En los seres humanos la conducta sexual no va necesariamente ligada a la reproducción. Para la mayoría de las personas, el sexo tiene valor en sí mismo y es uno de los reforzadores más importantes.
La motivación sexual humana está mediatizada en gran medida por valores y hábitos aprendidos, así como por preferencias adquiridas por experiencias individuales específicas, como ocurre con el hambre y la sed.
Existen evidencias experimentales que apoyan que es posible producir un condicionamiento sexual mediante procedimientos de condicionamiento clásico.
En investigación con animales se ha puesto de manifiesto la existencia de preferencias condicionadas de lugar, esto es, preferencia hacia lugares en los que los animales han tenido posibilidad de compañía sexual. También, la importancia de la experiencia temprana con olores (los animales macho eyaculaban antes ante olores a los que habían sido expuestos durante la lactancia).
En general, se defiende que los procesos de aprendizaje juegan un papel relevante en la motivación sexual. La conducta sexual se aprende y/o modifica mediante dichos procesos y ello es común tanto a los seres humanos como a los animales.
Motivación sexual y factores sociales y culturales
Los factores sociales y culturales determinan lo que se considera normativo en relación al comportamiento sexual (lo que es apropiado y cómo realizarlo, y lo que no) y ello se aprende gracias a la información dada por el entorno en el que se desenvuelve el individuo.