La disponibilidad de la evidencia nos hace sobrevalorar la fuera de la evidencia sin que atendamos suficientemente a la validez de los datos disponibles. El sesgo de sobreconfianza es incluso más acusado en el caso de los expertos por su mayor resistencia a admitir que se han equivocado.
Sesgo cognitivo “ilusión de validez” lo denomina Kahneman, 2011 y establece él un paralelismo entre esta ilusión cognitiva y la ilusión perceptiva de Müller – Lyer. En el caso de la ilusión perceptiva, cuando la persona es adevertida de que no puede confiar en lo que percibe, corrige su ilusión e informa correctamente de o que ahora es una creencia basada objetivamente. La constatación de nuestros errores de calibración en los juicios prredictivos puede contribuir a que aceptemos el hecho intelectualmente, pero es poco probable que produzca un impacto real sobre nuestros sentimientos y modifique acciones futuras. La confianza se sustenta en los que denomina la falacia narrativa, basada en el intento continuo de buscar un sentido al mundo que nos rodea y una coherencia en los hechos que se suceden.
El sesgo retrospectivo es la otra cara de la moneda de la “ilusión de coherencia”. La ilusión de validez nos hace confiar en exceso en nuestros juicios predictivos si son coherentes con la evidencia presente y este sesgo retrospectivo revisa y re-estructura nuestra concepción sobre un hecho del pasado si la evidencia disponible la contradice. Este sesgo es extremadamente robusto demostrado a lo largo de todas las etapas evolutivas de la vida.
Blank y Fischer 2000, realizaron el experimento en el cual los participantes predecirían los porcentajes de voto que obtendrían los distintos partidos políticos en las elecciones y recordar las predicciones después de las elecciones. Los participantes recordaron haber estimado un porcentaje de voto que difería en un punto del porcentaje real, desviándose de forma significativa de sus predicciones iniciales. Se les preguntó si el resultado les sorprendía. La mitad no se sorprendió afirmando que los resultados coincidían con su predicción personal. El resto afirmaron que los resultados no podían ser de otra manera y ofrecían distintas razones que justificaban la necesidad del resultado. Los tres componentes del sesgo retrospectivo identificados inicialmente por Fischhoff y cols.:
- las impresiones de necesidad: grado en que los resultados de un acontecimiento se perciben como determinados casualmente. Se explica porque las personas elaboramos antecedentes consistentes con el resultado de forma que parezca en mayor medida predeterminado.
- las impresiones de predictibilidad: asumen las percepciones y juicios coherentes con el hecho de que los resultados podrían haberse anticipado. Efecto de “siempre supe que iba a ocurrir”. La predictibilidad implica consideraciones metacognitivas que presuponen que el resultado podría haberse anticipado en algún momento.
- las distorsiones de la memoria: recuerdo erróneo de que sus predicciones estuvieron muy cerca de lo que de hecho lo estuvieron. Estas distorsiones están gobernadas por procesos de memoria que se concretan en el anclaje en el resultado y la reconstrucción de la predicción inicial.
Cada componente responde a una idea psicológica distinta y no siempre se da en el mismo participante pero el denominador común, sí es el resultado de la construcción narrativa basada en la búsqueda de coherencia.
Según Kahneman "[...] estamos predispuestos a pensar que el mundo es más regular y predecible de lo que realmente es porque nuestra memoria, de forma automática y continua, mantiene una historia sobre lo que está sucediendo, y porque las reglas de la memoria tienden a hacer la historia tan coherente como sea posible y a suprimir las alternativas. El pensamiento rápido no duda. [...] cuando una impresión convincente entra en conflicto con nuestro conocimiento, la impresión generalmente prevalece [...]".