La motivación se refiere a aquello que provoca que la persona se ponga en acción, a la causa del comportamiento. También se refiere a la dirección del comportamiento, al porqué se elige realizar una conducta o una actividad en vez de otra.
La motivación es considerada tema esencial de la psicología de la personalidad ya que constituye uno de los procesos fundamentales, que en interacción con los demás procesos de carácter cognitivo y afectivo que constituyen el sistema de personalidad, nos permiten entender y explicar el comportamiento humano. Estas interacciones son recíprocas y se entiende que tanto los procesos emocionales como los motivacionales tienen una influencia directa en los procesos cognitivos.
Existen 2 grandes tipos de teorías motivacionales:
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Aquellas que consideran que el organismo se pone en acción porque está empujado por una fuerza interna. Estas fuerzas internas pueden ser tanto de carácter físico como psicológico, y dependiendo de la teoría concreta se las denomina instinto, impulso, drive, necesidad o motivo. En todos los casos se les considera la fuente de energía que provocaría el comportamiento.
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Las que entienden que la acción del organismo ocurre por que está atraído por algo externo. Se denominan teorías de incentivo, no se centran en estos estados internos, sino que destacan que son los objetivos esperado por el organismo los que juegan un rol determinante en que se desencadene el comportamiento.
Teorías motivacionales del instinto, drive, necesidad o motivo
A las primeras teorías se las considera teorías de reducción de tensión porque se focalizan en estados de tensión interna que el organismo busca descargar y así evitar el malestar o dolor asociado a la tensión y conseguir el placer asociado con la descarga de la misma.
La teoría de Freud es un ejemplo de teoría de reducción de tensión. A los elementos internos de los que se deriva el estado de tensión los denominó “instintos” (estados de excitación corporal que buscan su manifestación o la reducción de la tensión).
Freud distinguió entre 2 tipos de instinto:
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Los de vida que incluyen los instintos de autoconservación y los de conservación de la especie o sexuales.
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Los de muerte o agresivos.
Las diferencias individuales podían ser explicadas por la intensidad de estos impulsos, las formas de expresarlos, la magnitud del conflicto y las formas en que las personas se defienden de la ansiedad derivada de este conflicto.
Aunque el conductismo rechazó el concepto de motivación al considerarlo mentalista, algunos conductistas sí consideraron que el concepto de drive o impulso podría servir en la explicación de la conducta, una vez traducido a sus circunstancias externas susceptibles de medición objetiva.
Dentro de esta línea se encuentra la teoría del conductismo de Hull que defiende que los estímulos reforzantes lo son si reducen el drive. Los estímulos que se emparejan con una respuesta repetidamente constituirían un hábito. El drive impulsa pero de forma inespecífica (provee de energía pero no da dirección) la cual sería aportada por los hábitos.
Murray introduce el concepto de necesidad psicológica a la teoría motivacional, aunque la emplea en el mismo sentido que drive. La necesidad se define como una fuerza psicológica que organiza la percepción y la acción y que puede ser activada tanto por estímulos internos como externos.
Cuando una necesidad se activa, el organismo se pone en acción para calmar la necesidad. Las características del ambiente pueden tanto facilitar como frustrar la satisfacción de las necesidades por ello las personas intentarán encontrar ambientes que puedan facilitar la satisfacción de sus necesidades.
Murray elaboró una taxonomía de necesidades básicas, distinguiendo entre:
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las primarias o físicas como comer, beber o dormir.
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las secundarias como afiliación, autonomía, dominancia, orden o logro.
Maslow incluyó un sistema integrado sobre cómo se relacionan unas necesidades con otras. Presentó un modelo jerárquico y propuso que hasta que no se satisfacían las necesidades más básicas, que se situarían en la base de la pirámide, no se perseguiría la satisfacción de las necesidades inmediatamente superiores, que se colocarían en el siguiente escalón y así sucesivamente.
En la base de la pirámide se incluirían las necesidades fisiológicas, después las necesidades de seguridad, necesidades de afiliación, necesidad de autoestima y por último en la parte más superior de la pirámide, estaría la necesidad de autorrealización (desarrollo de todas las potencialidades humanas).
McClelland se basó en las necesidades de Murray y se centró en 3, a las que denominó necesidades motivos: logro, afiliación y poder. Estos motivos funcionan igual que los drives biológicos, activan, dirigen y seleccionan la conducta. Los motivos serían de carácter disposicional por lo que constituyen dimensiones de diferenciación individual de carácter estable.
Los individuos difieren en su predisposición a buscar determinado tiempo de incentivos en un amplio rango de situaciones, las personas muestran estas necesidades o motivos con una determinada intensidad que sería la responsable de que el efecto sobre la conducta sea mayor o menor.
Se ha encontrado que las personas con alta motivación de poder, pero que inhiben su expresión, junto con baja motivación de afiliación, presentan una presión arterial más elevada, informan de mayor número de enfermedades y tienen un peor funcionamiento inmunológico fundamentalmente en situaciones de estrés.
El patrón contrario de resultados se encontraría entre los que tienen alta necesidad de afiliación y baja necesidad de poder, junto con baja inhibición de esta última.
McClelland ha aportado la distinción entre:
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Los motivos autoatribuidos se pueden medir mediante autoinformes, puesto que la persona se da cuenta de ellos. Predicen mejor las tendencias de comportamiento concretos a corto plazo.
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Los motivos implícitos no son captados por este tipo de medidas, puesto que la persona no se da cuenta de que los posee, aunque sí pueden evaluarse mediante instrumentos de carácter narrativo, como el TAT (Test de Apercepción Temática). Predicen mejor las tendencias de conducta general y a largo plazo.
Estos dos tipos de motivos son diferentes porque apenas correlacionan, pero aunque en algunos estudios no correlacionan, en otros sí que lo hacen por lo que se ha propuesto que el grado de concordancia entre motivos implícitos y autoatribuidos puede depender de ciertos factores como el dominio (logro, afiliación o poder), la valencia (aproximación o evitación), los instrumentos empleados para medirlos, ciertas características de los individuos o determinadas variables contextuales.
Se ha encontrado que entre las personas con alta congruencia entre sus necesidades y las metas perseguidas, la concordancia entre estos tipos de motivos es más elevada que entre aquellos con baja concordancia.
Atkinson sigue la línea de McClelland pero centrándose en el motivo de logro. Se le deben 2 aportaciones esenciales:
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formula las relaciones entre expectativa y valor: considera que su relación es multiplicativa, es necesario que ambos tengan una intensidad mayor que cero para que se produzca la conducta (la persona se pondrá en acción cuando tenga expectativas de lograr algo, que además sea valorado). Con expectativas nulas, aunque el valor sea elevado, la persona no se pondría en marcha. Tampoco lo haría si tiene expectativas altas pero de conseguir algo que no valora nada.
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formula las relaciones entre aproximación y evitación: considera que el motivo de logro refleja tanto la tendencia al éxito como la de evitar el fracaso. Propone un modelo matemático en que la tendencia final del organismo resultaría de restar a la intensidad de la tendencia de aproximación la de la tendencia de evitación. Ambas tendencias se derivarían de la multiplicación de la expectativa por el valor (expectativa se operativiza como probabilidad de éxito o nivel de dificultad de la tarea y el valor como 1 menos la probabilidad de éxito, ya que se considerar que el valor es inversamente proporcional a la probabilidad de éxito). Si la intensidad de la tendencia de aproximación es mayor que la intensidad de la tendencia de evitación, la tendencia resultante sería de aproximación, mientras que si es al revés será de evitación.
Las personas con una tendencia predominante de aproximación al éxito prefieren tareas de dificultad moderada, en vez de las tareas muy fáciles (en las que todo el mundo puede tener éxito) o muy difíciles (en las que todos fracasan), posiblemente porque de esta forma las personas pueden probar mejor su competencia u orientación al éxito.
Las personas con una tendencia predominante de evitación del fracaso prefieren las tareas muy fáciles (en las que se aseguran que no van a fracasar) o muy difíciles (en las que está justificada la explicación del fracaso por la dificultad de la tarea).
Se ha criticado el modelo matemático porque:
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tiene problemas para recoger el proceso real de toma de decisiones de las personas, que en muchas ocasiones tiene que ser muy rápido, bajo situaciones de estrés y siempre bajo las limitadas capacidades de la memoria de trabajo.
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se ha comprobado que la regla propuesta sobre las relaciones entre expectativa y valor no siempre se cumple. Ejemplo: en situaciones de riesgo, las personas pueden intentar lograr la meta a toda costa y emprender la acción aunque la expectativa sea nula.
Teorías de incentivo
Las teorías del incentivo consideran que, no es que el organismo esté impulsado desde el interior, sino que se siente atraído por algo, destacando la importancia del esfuerzo para conseguir el placer y evitar el dolor.
McDougall o Tolman ya destacaron la importancia de la conducta intencional dirigida a un objetivo, pues señalaron que los organismos se esfuerzan por conseguir objetivos que se asocian con la recompensa o valor y la probabilidad de realización.
McDougall aunque consideró que los instintos innatos son la fuente última de la conducta, también habló de metas, que operarían al servicio de los instintos, guiando el curso de acción y enfatizó explícitamente que la conducta de todos los organismos es propositiva y está dirigida a meta.
Tolman también estaba convencido de la necesidad de incluir procesos intermedios, como propósitos o búsqueda de metas, que se encontrarían entre el binomio estímulo-respuesta. Como conductista que era, definía los propósitos o metas en términos objetivos como la persistencia.
El punto de vista que sustentan las teorías de incentivo es que la representación cognitiva de los acontecimientos futuros u objetivos determinan la conducta presente y por ello las teorías conductistas de E-R, que dominaban el campo las rechazaron por considerarlas mentalistas.
La psicología cognitiva que en principio rechazaba los conceptos motivacionales, empezó a estudiar la conducta dirigida a objetivos, la conducta intencional, orientada al futuro, al objetivo o meta, despejando el camino para que aparecieran las teorías motivacionales contemporáneas.