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Tres corrientes:

1. La primera, que resume la investigación realizada entre 1920 y 1950 representa el prejuicio como una psicopatología, una aberración peligrosa del pensamiento normal. En 1950 el prejuicio era considerado un problema social. En esta etapa, los estudios se centraban en medir y describir el problema y comprender su origen. La atención se dirige a identificar a través de test de personalidad y actitudes, quién es prejuicioso, identificando y suponiendo al resto de la sociedad normal.

2. La segunda corriente en la conceptualización e investigación del prejuicio, que iría de 1950 a 1990, comienza con una asunción opuesta: el prejuicio está basado en procesos normales. En esta etapa los estudios están destinados a conocer cómo los procesos normales asociados con la socialización y las normales sociales subyacen al prejuicio y ayudan a su transmisión. Así, surgen en los años 70 dos importantes aproximaciones. A un nivel macro, la de la teoría de la identidad social, que ponía de manifiesto el importante papel que desempeñan la categorización, la identidad social y la personal en los procesos subyacentes al prejuicio. La evidencia revelada en el paradigma del grupo mínimo, en el cual la mera asignación de personas a grupos basándose en criterios arbitrarios era suficiente para producir discriminación a favor de los miembros del propio grupo y a veces contra los miembros del otro grupo.

En la segunda aproximación, a un nivel más micro, el desarrollo de nuevas teorías e instrumentos en la investigación sobre cognición social enfatizaban la normalidad del prejuicio. Esta perspectiva cognitiva e intraindividual complementaba la perspectiva motivacional y grupal aportada por la teoría de la identidad social para reforzar la concepción sobre la normalidad del prejuicio.

En este periodo surgen teorías basadas en sesgos sutiles y no intencionados, como el racismo simbólico o el racismo aversivo.

3. La tercera corriente en la investigación del prejuicio, que comienza a mediados de la década de 1990 y caracteriza la mayor parte de la investigación actual, enfatiza los aspectos multidimensionales del prejuicio y se beneficia de nuevas técnicas para estudiar procesos que antes ya se habían identificado pero no se podían medir.

Una extensión de esta teoría es la del dogmatismo de Rokeach, según la cual las características anteriores no son exclusivas de la política de derechas, sino que también podemos encontrarla en la extrema izquierda. Ambos enfoques han recibido importantes críticas teóricas y metodológicas, ya que obvian la importancia de los factores situacionales en el prejuicio.

Desarrollos teóricos recientes defienden que las diferencias individuales en las que se intenta basar la explicación del prejuicio son realmente un producto de dinámicas grupales. Se expone un modelo que explica estas variables individuales en términos de procesos grupales. Así, el modelo dual de procesos grupales sobre diferencias individuales en prejuicio concibe la personalidad prejuiciosa autoritaria como un fenómeno intragrupal que implica el rechazo de personas percibidas como desviadas que amenazan la permanencia o la legitimidad de las normas sociales.

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