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Para explicar los trastornos del discurso cabe adoptar múltiples enfoques. Las actividades comunicativas pueden ser estudiadas desde un punto de vista psicológico desde dos enfoques complementarios:

  1. El individual: Se centra en las contribuciones de los sujetos cuando afrontan una tarea de comunicación y presupone que las condiciones de la tarea y las metas que la definen no son alteradas por la actividad del propio sujeto.

  2. El interaccional: Se centra en la relación entre las contribuciones de los participantes en una tarea comunicativa, de forma que las contribuciones establecen las condiciones y pueden cambiar las metas de los participantes en la actividad conjunta.

Estos enfoques pueden además aplicarse para obtener descripciones y explicaciones de dos tipos:

  • Estáticas o actuales: Son descripciones de los desempeños actuales de los sujetos. Pueden dar y dan descripciones y explicaciones procesuales, pero no atienden al modo en que el desempeño actual dirige o condiciona el desempeño futuro.

  • Genéticas o evolutivas: Se ocupan del cambio en los desempeños de los sujetos explorando el modo en que los desempeños actuales y pasados condicionan los futuros.

Enfoque individual-estático

Trata de explicar los llamados “trastornos formales de pensamiento” identificando fallos en los procedimientos de producción o comprensión. La investigación, sin embargo deja muchas lagunas e incertidumbres. La razón es que, como decían Bentall, Baker y Havers (1991) en un trabajo sobre alucinaciones y control de la realidad, los diseños de investigación de la psicopatología tradicional han utilizado habitualmente el diagnóstico psiquiátrico como variable independiente. En los últimos años, no obstante, se ha hecho evidente el valor de investigar cada manifestación comportamental de la psicosis.

Las limitaciones provienen, precisamente, de la ausencia de estudios específicos, la mayor parte de las investigaciones disponibles están dirigidas, bien a explorar la relación entre los trastornos formales del pensamiento y diversas categorías de diagnóstico psicopatológico, como la manía, la depresión, los trastornos esquizoactivos o la esquizofrenia.

Los trastornos formales del pensamiento no conllevan dificultades especiales en tareas comunicativas de comprensión.

Los resultados de diversas investigaciones mostraron que mientras los sujetos con trastornos formales del pensamiento fracasaban cuando realizaban la tarea en el papel de emisor, no fracasaban cuando estaban en el papel de receptor.

Hay indicios también de que los problemas de los sujetos con trastornos formales del pensamiento en tareas de producción comunicativa no provienen de fallos en las etapas de codificación lingüística de los enunciados (producen enunciados sintáctica y léxicamente adecuados).

En opinión de Rochester (1978), cuando las personas con trastornos esquizofrénicos fallan en la comunicación verbal es porque cometen un error al tener en cuenta las necesidades del oyente, y los sujetos que muestran trastornos formales del pensamiento son los que ajustan peor su discurso a estas necesidades.

En los años veinte, Sullivan propuso la hipótesis “hipótesis del auditor fantástico”, afirma que todo discurso implica para el hablante la puesta a prueba de la utilidad informativa potencial de sus mensajes a través del contraste de los mensajes planificados y todavía no emitidos con un “oyente imaginario” o “interlocutor imaginario” que representan las necesidades informativas del interlocutor real. En la medida en que el “interlocutor fantástico” simule adecuadamente al “interlocutor real”, el mensaje será comunicativamente eficaz. En la medida en que se produzcan discrepancias se producirán fallos de coherencia y de interpretabilidad de los mensajes.

Los resultados de las investigaciones de Harrow muestran que los sujetos con trastornos formales de pensamiento no son conscientes de lo extrañas que les resultan a los otros sus producciones. En su opinión, los trastornos formales del pensamiento se producen porque se da un aumento del arousal cognitivo y una disminución de la actividad inhibitoria, que producen una gran atención hacia temas personales y una tendencia a mezclarlos en el pensamiento y en el discurso dejando de tener en cuenta los estándares sociales y borrando, posiblemente, los límites entre lo real y lo irreal.

En opinión de Harvey los resultados de las últimas investigaciones apoyan la idea de que la sensibilidad a las distracciones contribuyen considerablemente a explicar estadísticamente la gravedad de los trastornos formales del pensamiento. Posiblemente porque esa sensibilidad se traduce en facilidad para confundirse en lo que respecta al estado de información el oyente.

Enfoque individual-genético

Al buscar explicaciones genéticas se aprecia cómo la búsqueda de la etología de la esquizofrenia o de la manía impide cualquier atisbo sobre la génesis de los trastornos formales. Las investigaciones más centradas en el tema de los trastornos formales son las recogidas por McGrath (1991), quien sugiere que los distintos defectos observados en el lenguaje de las personas esquizofrénicas se deben a alteraciones en las vías nerviosas que unen las regiones corticales y subcorticales proyectándose en el córtex prefrontal.

Enfoque interaccional-estático

Desde finales de los años cincuenta se han realizado variados estudios sobre detección de trastornos formales del pensamiento en familiares de personas diagnosticadas de esquizofrenia.

En 1990, Romney publicó los resultados de un metaanálisis de dieciséis estudios realizados con familiares de primer grado. Encuentra asociaciones claras entre pertenecer a la familia de una persona diagnosticada de esquizofrenia y manifestar trastornos del pensamiento subclínicos. Para Romney, no obstante, en los estudios revisados, se da una variabilidad que no puede ser explicada por errores muestrales y que debe responder a la influencia de variables moderadoras no contempladas.

La variabilidad encontrada se puede deber tanto a las diferencias entre las pruebas utilizadas como a que el criterio de selección haya sido “ser familiar de un esquizofrénico”, en vez de “ser familiar de una persona con trastornos formales del pensamiento”. Las investigaciones sobre la interacción familiar de personas con disfunciones psíquicas han mostrado repetidas veces que no hay una correspondencia biunívoca entre patrones disfuncionales de interacción y diagnósticos psiquiátricos.

Los resultados hacen pensar en una relación entre las diferencias significativas de los grupos de padres y las diferencias significativas de los grupos de hijos. Parece como si los jóvenes maníacos y sus padres, y los jóvenes esquizofrénicos y los suyos, tendiesen a interactuar de forma complementaria.

Enfoque interaccional-genético

En 1965, Singer y Wynne plantean que la desviación comunicacional de los padres está relacionada con los trastornos del pensamiento de los hijos que en el futuro van a padecer una esquizofrenia, y que la relación se debe a una paulatina internalización o apropiación de los estilos trastornados de comunicación de los padres por parte del niño.

En la década de los setenta, Doane, Goldstein, Neuchterlein y colaboradores en sus trabajos determinaron que cuando se evaluaban conjuntamente características personales y familiares, el nivel inicial de desviación comunicacional de los padres era el mejor predictor individual de que los hijos desarrollasen en el futuro un trastorno perteneciente al espectro de la esquizofrenia (Goldstein, 1987).

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