El papel que desempeñan las atribuciones en el proceso de salud y enfermedad es importante y conocido para los psicólogos sociales desde los años setenta del siglo pasado.
Está estrechamente relacionado con los aspectos revisados hasta el momento aunque en el campo de la salud parece que se desarrolla de forma bastante independiente.
Los problemas de salud y, en general, la mayoría de los acontecimientos relacionados con la salud ocurren de forma repentina o inesperada, son negativos y producen una sensación de falta de control. Son características identificadas por los autores de las teorías de la atribución, como las provocadoras de procesos atributivos (Kelley, 1967). Mediante la atribución se intenta dar respuesta a lo que está pasando con nuestra salud. De hecho, en este campo, las atribuciones manifiestan, de forma especialmente notable, sus funciones para ayudar a:
- comprender la salud y el comportamiento de salud;
- predecir los aspectos relacionados con la salud, y
- controlar la salud (Wongy Weiner, 1981).
Las atribuciones tienen consecuencias funcionales para la salud cuando confieren significado a su proceso, proporcionan mayor percepción de control y ayudan a protegerse de la amenaza.
Sin embargo, también pueden tener consecuencias disfuncionales cuando la atribuciones sirven para que se produzcan especulaciones y errores si se basan en una información insuficiente o errónea (ej. lo que se ha escuchado en un programa de televisión divulgativo o lo que ha dicho un amigo, a su vez, mal informado). También, pueden presentarse sesgos o errores perceptivos. Por ejemplo, para huir de la responsabilidad en el origen del problema, una persona puede dirigir la explicación hacia otro aspecto con el cual no haya tenido nada que ver. Así, todo esto puede tener como consecuencia que la gente tarde en buscar ayuda profesional (Rodin, 1978). En definitiva, por todo esto la situación de amenaza para la salud se complica y se retrasa la solución. Las explicaciones que se realizan de los acontecimientos que tienen que ver con la salud, como señalan las teorías de la atribución, no solo proporcionan una guía para actuar en el momento de la amenaza, sino que también marcan las acciones futuras en todo el proceso de salud. Están presentes para ayudar a:
- comprender por qué se está enfermo;
- manejar el entorno más inmediato de amenaza, al proporcionar sensación de control y conferir significado y una manera de mantener la autoestima;
- relacionarse con los profesionales sanitarios;
- establecer e intervenir en el comportamiento de salud y enfermedad, y
- educar para la salud.
Lejos de poder desarrollar todos estos aspectos, la investigación psicosocial que relaciona la atribución con la salud realiza tres importantes contribuciones, que son el contenido fundamental de sus aplicaciones. Una de ellas tiene que ver con los importantes estudios que se han desarrollado para buscar las explicaciones que se dan a problemas de salud concretos con el fin de encontrar una estructura en las atribuciones de la enfermedad. Otra línea de trabajos considera las atribuciones como otro determinante sociocognitivo que se relaciona con el comportamiento preventivo, la búsqueda de ayuda y la adhesión terapéutica. Por último, también su función adaptativa las incluye en lo que se han llamado ilusiones positivas dentro de una teoría basada en la adaptación cognitiva, que se desarrolla en el próximo apartado.
En general, la necesidad de entender toda la experiencia de amenaza para la salud y el estrés que ello genera estimula necesariamente la búsqueda de explicaciones. En este apartado se introducen las atribuciones de la enfermedad desde la percepción de los primeros síntomas.
Atribución de los síntomas
Las atribuciones ante las amenazas para la salud comienzan con la percepción de los síntomas, continúan haciéndose en el diagnóstico de la enfermedad, pero también se realizan del comportamiento de salud y de la adherencia terapéutica. El síntoma como signo fundamental que advierte de que algo en el organismo comienza a ir mal, como señala Radley (1994) denota una enfermedad específica para el médico o reconocimiento en la persona que los padece, pero también supone un estado del ser (enfermo) para uno mismo y para las otras personas. Por ello, además de una categoría médica y de la percepción que tiene la persona de los síntomas, comporta la asunción de un rol de enfermo inmerso en un medio sociocultural, por lo cual la aproximación al estudio de los primeros signos de enfermedad no es nada sencilla. Sin embargo, está claro que la forma en que se comprenda y se expliquen los síntomas va a influir de manera relevante en el comportamiento de salud, búsqueda de ayuda y adhesión terapéutica posterior. Por ejemplo, se sabe que reconocer los síntomas de un infarto de miocardio es fundamental para acudir en busca de ayuda médica con rapidez y aumentar las probabilidades de recuperación. Por ello, conocer las atribuciones y los factores que influyen, por los cuales las personas asocian los síntomas a un problema cardíaco o no es de vital importancia. Este es el objetivo de algunos trabajos recientes (Dunlop y Fox-Waaylyshyn, 2011). Sin embargo, muchos factores complican la interpretación correcta de los síntomas, como la ambigüedad de las sensaciones físicas y/o psicológicas (ej. un ligero mareo), su seriedad (ej. dolor agudo), su capacidad para limitar la funcionalidad de la persona (ej. no dejar respirar bien), el deseo de preservar la autoestima (ej. negar la enfermedad), la existencia de procesos afectivos que limitan la atención (ej. depresión) o su enmascaramiento en un proceso crónico en que no llame la atención (ej. un dolor de huesos por fractura en un enfermo de artritis).
La situación se complica aún más cuando se incluyen los aspectos culturales. Las creencias compartidas en una cultura sobre la salud influyen tanto en la interpretación de los síntomas como en su expresión. En cuanto a su interpretación, los clásicos trabajos de Zola (1966) llaman la atención sobre el hecho de que la respuesta a los síntomas dependa de lo común que sea su aparición en las diferentes culturas. Por ejemplo, encuentra que en Méjico, en la India y en el suroeste de Estados Unidos la diarrea, entre otros síntomas, es una experiencia diaria y, por tanto, en estos países no consultan al médico por ello. Respecto a su expresión, desde los trabajos de Zborowski (1952), en los cuales encuentra diferencias significativas entre italianos y judíos, se sabe que las formas de manifestarse entre las culturas son distintas y sus motivaciones también (los italianos expresaban quejas por el dolor en sí mismo mientras que los judíos manifestaban preocupación por su estado de salud subyacente).
Por último, es importante conocer las estrategias que utilizan las personas para explicar las causas de sus síntomas. Este es el objetivo de un trabajo con afectados del VIH (Siegel, 2011) en que se obtiene que la mayoría de los participantes buscaban activamente las causas de sus síntomas apoyándose en la representación que tenían de su enfermedad y de la medicación que tomaban, las creencias sobre el cuerpo y el paso del tiempo en él, la vulnerabilidad percibida previamente, los procesos de comparación social, la experimentación de forma ingenua o la consulta de fuentes autorizadas.
Atribución de la enfermedad
Las atribuciones de la enfermedad pueden definirse desde dos puntos de vista, como lo advirtió King (1984), como una explicación sobre las causas de la enfermedad y/o de lo que el paciente es o piensa que va mal y, como una creencia, que al igual que las creencias del modelo de creencias de la salud, es altamente subjetiva y representa la interpretación individual de una enfermedad o de un síntoma. Se han estudiado, fundamentalmente, mediante las explicaciones naturales que las personas ofrecen de su enfermedad para organizarías después según categorías de acuerdo con las teorías de la atribución. Sin embargo, esto ha implicado un trabajo enormemente complicado ya que se trata de ajustar las categorías del investigador, es decir, las dimensiones atributivas de Weiner (interna/ externa, controlable/incontrolable, estable/inestable) a los esquemas de los entrevistados.
Entre la investigación que se ha llevado a cabo, pueden destacarse, por sus importantes aportaciones, los estudios pioneros de Taylor (1983), los de King (1984) y más recientes, los de Shiloh et al. (2002,2007,2009) y Nudelman y Shiloh (2011).Taylor demostró que la mayoría de las mujeres enfermas de cáncer de mama que participaron en su estudio (95%) tenían una explicación sobre la causa de su enfermedad entre las alternativas que les incluían en el cuestionario (estrés, dieta, deseo de Dios, herencia, entre otras). King obtiene las explicaciones naturales de la hipertensión, que luego estructura en función de las dimensiones atributivas clásicas. Encuentran 15 posibles causas diferentes de la hipertensión, entre las cuales cabe destacar las que demuestran que estaban relacionadas con la adherencia de los enfermos, el estrés por el trabajo, por la casa, la falta de vitaminas, la mala suerte, hacer demasiado ejercicio y las preocupaciones.
Otros estudios intentan encontrar la organización cognitiva y el significado psicológico de las causas de la enfermedad. En los trabajos de Shiloh et al. se investigan las atribuciones para, desde una estructura general de aquéllas, relacionarlas con otros aspectos cognitivos de la salud, como correr el riesgo de enfermedad o la recuperación de la enfermedad.
Obtienen una estructura general de las atribuciones de la enfermedades que consideran generalizable a distintas situaciones (Shiloh, Rashuk-Rosenthal y Benyamini, 2002). Sobre un inventario de 140 causas de enfermedades recogidas de los trabajos realizados hasta el momento, éstas quedan clasificadass en tres ramas fundamentales, divididas en subcategorías sobre lo cual construyen la escala de atribuciones de las enfermedades (Illness Atributions Scale, IAS). Ello les proporciona la posibilidad de relacionar las atribuciones con otros elementos cognitivos de la enfermedad, que se introducen en el próximo apartado.
Las atribuciones de la enfermedad también se han estudiado, como uno de los componentes de la representación de la enfermedad, constructo que incluye otras cogniciones que completarían la idea ingenua que tienen las personas sobre lo que les está ocurriendo en relación con la salud, que se desarrolla a continuación.