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En relación con estas perspectivas, en psicología política se han establecido planteamientos que destacan la influencia de los grupos primarios y secundarios sobre la ideología política de la persona. Desde la teoría del voto hereditario (Greenstein, 1965; Abramson, 1975) se afirma que la socialización familiar contribuye radicalmente a que los niños aprendan a identificarse con determinada opción política de manera que adquieren los denominados sesgos partidistas. Distintas investigaciones han tratado de delimitar cómo se produce la influencia de la familia en la identificación con una opción política determinada.

En este sentido, estudios clásicos han indicado que las actitudes políticas pueden aparecer en momentos tempranos del desarrollo, a veces, incluso a los 6 o 7 años (Lañe y Sears, 1967).

Esta preferencia está determinada por las lealtades que poseen los padres (Converse, 1964) y, según Jennings y Niemi (1974) continuará, aunque más diluida, a lo largo de toda la vida.

Desde la perspectiva psicoanalítica original, Adorno et al. (1950) señalan que muchas actitudes y necesidades subyacentes se originan en la situación familiar y agrupan las variables estudiadas en tres grupos, principalmente: actitudes hacia los padres e imagen de la familia, concepto acerca del medio en que se desarrolló la niñez y actitudes hacia los hermanos. De esta forma, algunos de los aspectos más relevantes de las dos primeras categorías y que Adorno et al. (1950) utilizaron para identificar a las personas con elevada puntuación en autoritarismo fueron, entre otras, la idealización convencional del progenitor, la sumisión a la autoridad y valores paternos, la inclinación a tomar a la familia como endogrupo, disciplina por violación de reglas, disciplina traumática y amenazante.

Por su parte, como se ha descrito antes, la revisión de la teoría de la personalidad autoritaria (Altemeyer, 1981,1988) explicará la génesis de este tipo de personalidad de acuerdo con otros procesos, definidos a nivel teórico posteriormente, concretamente basados en los principios del aprendizaje social.

En definitiva, Sabucedo (1996) señala que quizá los padres pueden estar dirigiendo a sus hijos hacia un tipo de respuesta ante una situación determinada, aunque a esto haya que unirle otros factores situacionales. Según este autor, tanto Adorno como Altemeyer aluden a una serie de patrones en la estructura familiar que favorecen las actitudes autoritarias que, con posterioridad, mantienen las personas.

La investigación realizada por Peterson y Duncan (1999) muestra, precisamente, que, cuando ambos progenitores presentan puntuaciones similares en autoritarismo, es decir, los dos obtienen puntuaciones altas o bajas en autoritarismo, la forma en que valoran distintos acontecimientos y sucesos sociales guarda relación con las actitudes políticas de sus hijos. Asimismo, la valoración que hacían los hijos sobre estos mismos sucesos se relacionó con las actitudes políticas de los padres y, lo que es más importante, en aquellas parejas de progenitores en que ambos obtenían puntuaciones similares en autoritarismo, tanto los progenitores como los hijos tenían una clara conciencia de que los primeros modelaban las actitudes políticas de los segundos. Sin embargo, en familias en que uno de los progenitores obtenía una puntuación alta y el otro baja en autoritarismo, este patrón de relaciones no se producía. Estos autores llegan a la conclusión de que el autoritarismo se puede constituir en una importante variable moderadora en el proceso de socialización política.

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