Los tratamientos cognitivos-conductuales para el trastorno de angustia y la agorafobia son altamente efectivos y representan una historia de éxito indiscutible en el ámbito de la psicoterapia. La terapia cognitivo-conductual ha mostrado su efectividad a lo largo de diferentes poblaciones, contexto de intervención y formatos, tanto aisladamente como en combinación con tratamiento psicofarmacológico, y con resultados extendidos en el tiempo.
Entre el 80% y el 100% de los pacientes sometidos a estos tratamientos estarán libres de pánico al final del tratamiento y mantendrán las ganancias a los dos años de haber finalizado la intervención.
Sin embargo, todavía quedan por resolver algunos aspectos como, por ejemplo, la sintomatología residual que se mantienen en hasta un 50% de los pacientes tratados, y que es más probable si se da de forma asociada una agorafobia severa. La modificación de los protocolos hacia formatos más asequibles o más breves pero más intensivos, pueden ser algunos de los cambios que propicien la adecuación de las intervenciones a los diferentes individuos con trastorno de angustia.
Por otra parte, aunque los protocolos cognitivo-conductuales alcanzan resultados muy exitosos cuando son aplicado por terapeutas bien entrenados, lo cierto es que todavía no están disponibles para todos los pacientes. Por tanto, además, de continuar con la optimización de los programas cognitivo-conductuales actuales, lo que también parece necesitarse es una mayor difusión de estos tratamientos, tanto entre los profesionales, como entre los pacientes.