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La evaluación de las fobias específicas se centra en el niño por dos razones fundamentales:

  • es quien más datos puede aportar sobre la experiencia subjetiva de miedo como el malestar o las expectativas de daño,
  • los padres suelen subestimar la gravedad de los miedos infantiles.

Sin embargo, conviene que los padres y otras personas del entorno próximo, como hermanos o maestros, contribuyan a la recogida de información para obtener una evaluación lo más completa posible del trastorno. Su papel es más relevante cuanto menor sea la edad del niño.

1. Entrevistas al niño y a los padres

Los objetivos principales de la entrevista con el niño son recoger información sobre la fobia específica motivo de la consulta y establecer una relación reforzante entre el terapeuta y el niño. Además de indagar sobre aspectos generales como la salud del niño, al ambiente familar, el rendimiento académico y las relaciones sociales, el entrevistador interroga especialmente sobre la fobia específica. Áreas y preguntas revelantes son:

  • Respuesta fóbica: ¿qué hace, qué dice, qué siente, qué piensa, qué se imagina, etc., el niño en la situación temida?, ¿cuál es la intensidad, frecuencia y duración de esas reacciones?
  • Estímulo fóbico: ¿qué objetos, animales, situaciones, etc., causan miedo al niño?, ¿cuándo, dónde, etc., se presenta la respuesta fóbica? ¿qué señales de seguridad amortiguan la respuesta fóbica, compañía de la madre, sujeción del animal, piloto de luz, etc?
  • Reacción de los padres y de otras personas: ¿cómo responden a la respuesta fóbica, sobreprotección, persuasión, etc?, ¿qué ventajas obtiene el niño?
  • Repertorios conductuales del niño: ¿cómo afronta las situaciones temidas?, ¿sabe relajarse?, ¿se mentaliza repitiéndose frases tranquilizadoras?
  • Historial fóbico: ¿cuándo apareció la fobia?, ¿qué acontecimientos la originaron, experiencia directa, aprendizaje social, transmisión de información?, ¿cuál ha sido su evolución?, ¿ha recibido tratamiento?
  • Repercusiones negativas de la fobia: ¿cómo afecta al niño?, ¿cómo influye en la familia?, ¿cuál es la motivación del niño para el tratamiento?

2. Observación de la conducta fóbica

La observación natural resulta costosa en las fobias específicas por la presentación imprevisible o poco frecuente del estímulo fóbico, como las arañas en viviendas urbanas, y por la evitación fóbica del niño. Una alternativa es la observación artificial, en la que el evaluador manipula el estímulo fóbico y observa la conducta del niño.

La modalidad de observación más extendida en evaluación conductual son las pruebas de evaluación conductual, donde los estímulos fóbicos se presentan de menos a más intensidad. Las tareas graduales de relación con el estímulo fóbico facilitan la colaboración del niño y son útiles posteriormente para el tratamiento (jerarquías, aproximaciones sucesivas, etc). También es comiin preguntarle al niño cuánto miedo experimenta durante su actuación y solicitarle que valore la intensidad con ayuda de algún termómetro de miedos o escala de estimación, que permite llevar a cabo una auto-evaluación «en caliente».

Las pruebas de tolerancia presentan el estímulo fóbico sin gradación, es decir, con elevada intensidad desde el principio. La instrucción de actuación máxima, por ejemplo «entra en la habitación oscura y sal cuando no aguantes más el miedo», puede producir sensibilización o incubación del miedo, por lo que es preferible la instrucción de actuación típica, «entra en la habitación oscura y sal cuando sientas miedo».

3. Inventarios de miedos

Son pruebas de papel y lápiz que consisten en un extenso listado representativo de los estímulos fóbicos, aproximadamente en torno a ochenta elementos (rango 50 -100), para evaluar el grado de miedo mediante una escala graduada en tres o cinco puntos, de «nada» a «mucho» miedo. A los niños con insuficiente destreza lectora (educación infantil, retraso mental, etc.,) se les administra en situación de entrevista o bien lo cumplimentan los padres.

Se obtienen tres puntuaciones directas:

  1. puntuación en el test: a mayor puntuación en el test, más miedo del niño,
  2. puntuación en las escalas: los elementos se agrupan en escalas obtenidas mediante análisis factorial, que corresponden a diferentes tipos de fobias específicas (animales, ambientales, sangre, etc.),
  3. puntuación en los elementos: evaluación de cada elemento por separado.

Los inventarios de miedos suelen proporcionar estadísticos para facilitar la interpretación de los resultados, como puntuación media y desviación estándar o puntuaciones centiles por grupos de edad y género (baremos).

Existen varios inventarios de miedos publicados en castellano:

  • Inventario de Miedos de Pelechano (1984). Consta de 100 elementos y siete escalas. Lo cumplimentan los padres de niños de 4 a 9 años.
  • Inventario de Miedos de Sosa, Capafons, Conesa-Peraleja, Martorell, Silva y Navarro (1993). Comprende 74 elementos y diez escalas. Lo contestan niños y adolescentes de 9 a 15 años.
  • Inventario de Miedos para Niños Revisado, adaptación española (Sandín, 1997). Incluye 80 elementos y cinco escalas. Se usa con niños y adolescentes de 7 a 18 años.

También se dispone de inventarios de miedos escolares o médicos (Méndez, 2005; Méndez, Orgilés y Espada, 2008). Los inventarios de miedos son útiles:

  1. en la clínica: para corroborar la información de las entrevistas y de las pruebas de aproximación conductual y para detectar miedos diferentes al que ha motivado la consulta,
  2. en la escuela: para identificar, de forma rápida y económica, casos clínicos para derivarlos al profesional y niños vulnerables o miedos infantiles frecuentes para llevar a cabo actuaciones en el ámbito educativo (asesoramiento y consejo, escuela de padres, etc.),
  3. en investigación: para valorar el cambio terapéutico de grupos tratados con la ventaja de la eficiencia de la aplicación colectiva.

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