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Las teorías cognitivo-conductuales explican el origen y mantenimiento de los trastornos de ansiedad mediante procesos de condicionamiento y de aprendizaje social. La predisposición biológica y la vulnerabilidad psicológica para adquirir dichos trastornos influyen en su aparición, en tanto que condiciona el afrontamiento del niño a situaciones ansiógenas.

A continuación se describen los principales procedimientos de adquisición y mantenimiento de los trastornos de ansiedad.

1. Trastorno de ansiedad por separación

Al margen de la preparatoriedad biológica, que influye en el miedo del niño a ser separado de sus padres, son diversos los factores que contribuyen al origen y mantenimiento del trastorno de ansiedad por separación.

La ausencia de una historia previa de separaciones breves de los padres justifica la falta de habituación del niño a permanecer sin ellos. La potenciación del apego excesivo y el refuerzo de los padres de las conductas d e dependencia en sus hijos, generan habitualmente en éstos poca autonomía y búsqueda del contacto y protección paterna. Algunos sucesos estresantes, como el inicio de la escolarización, la hospitalización o la muerte de un familiar, suponen para el niño una experiencia traumática que aumenta su vulnerabilidad a reaccionar con ansiedad ante las separaciones cotidianas. Los principales factores etiológicos de la ansiedad por separación se resumen en la Tabla 1.

Tabla 1. Etiología del trastorno por ansiedad de separación

Factor etiológico Definición Ejemplo
Déficit de aprendizaje La reducción gradual del miedo
a la separación se produce por el
aumento del número y duración
de situaciones de separación.
María (7 años) nunca se separa de las faldas
de mamá. Siempre van juntas a todas partes.
En casa sólo está tranquila si está jugando o
pintando en la misma habitación donde están
sus padres. Por las noches duerme con su
hermana mayor, que le acompaña al baño
cuando María se lo pide.
Experiencias traumáticas Situaciones de separación ines-
peradas o traumáticas pueden
condicionar la ansiedad del niño
en futuras separaciones.
El padre de Maya fue operado de corazón
cuando ella tenía 4 años. Ahora que ya es
mayor se preocupa mucho cuando su padre
sale de viaje, pregunta constantemente por
él y trata de telefonearlo a cada momento.
Los días antes llora e intenta convencerlo de
que se quede y aplace el viaje.
Reforzamiento operante Las conductas de apego excesivo
y / o dependencia son reforzadas
por los padres.
Alicia ha intentado a menudo que su hijo
Tomás (5 años) se quede en casa de los abue-
los. Cuando sabe que va a quedarse con ellos
se pone triste y se queja de que le duele la
barriga. Finalmente su madre desiste del in-
tento y está muy pendiente de Tomás, dán-
dole efusivas muestras de afecto.

2. Trastorno de ansiedad generalizada

El trastorno de ansiedad generalizada se caracteriza por la presencia de preocupaciones persistentes relacionadas con sucesos negativos que el sujeto considera que pueden ocurrir. El niño que padece el trastorno mantiene la creencia de que los acontecimientos amenazantes son impredecibles y escapan a su control. Dichas expectativas responden a la historia previa de vivencias traumáticas, como la muerte de un familiar, haber sufrido daños, ser víctima de una agresión física, etc. El estilo sobreprotector o exigente de los padres contribuye del mismo modo a valorar los sucesos como incontrolables, ya que generan en el niño un apego inseguro, que se manifiesta con expectativas de ineficacia para afrontar sucesos amenazantes y para manejar situaciones problemáticas.

El sesgo atencional o la hipervigilancia ante posibles estímulos amenazantes es otro de los factores que favorece la aparición del trastorno. El incremento de la atención contribuye a que el niño perciba determinados estímulos como señales de amenaza que le generan preocupaciones y ansiedad excesiva y le impiden centrarse en otras tareas. La interpretación negativa de una mirada de la profesora puede originar en un niño con trastorno de ansiedad generalizada altos niveles de ansiedad y la preocupación persistente de que ha hecho algo mal. Para reducir su ansiedad y sus preocupaciones el niño puede llevar a cabo determinadas conductas que, a pesar de conseguir aliviar a corto plazo su malestar, contribuyen a cronificar el trastorno. Por ejemplo, evitar asistir al colegio o permanecer alerta en clase al comportamiento de la profesora.

3. Trastorno de pánico

Ley (1987) considera que la ansiedad y el estrés son los dos factores más comunes que producen hiperventilación en el sujeto, al margen de que ésta pueda originarse por otras vías (condiciones médicas, ejercicio físico, ingesta de cafeína, etc.). La hiperventilación implica una respiración excesiva del niño para los requerimientos metabólicos. La ventilación es demasiado alta con respecto a la tasa de producción de dióxido de carbono, lo que produce una reducción de la tensión arterial de dióxido de carbono por debajo del rango normal. Las sensaciones que acompañan a la hiperventilación (sudoración, taquicardia, palpitaciones, mareos, alteraciones de la visión, sensación de asfixia, dificultad para respirar, calambres, etc.) provocan miedo en el niño y ponen en marcha el mecanismo de lucha-huida, incrementándose de ese modo los síntomas de hiperventilación y el miedo a las sensaciones. El temor del niño a asfixiarse al advertir su dificultad para respirar debido a la hiperventilación aumenta su sensación de asfixia. El aumento de los síntomas y el consiguiente miedo suponen un círculo vicioso que puede culminar con la aparición de un ataque de pánico.

A pesar de considerarse un factor que con frecuencia puede originar d i problema, no todas las personas que padecen ansiedad o estrés sufren hiperventilación, por lo que en la ocurrencia de los ataques de pánico intervienen otros factores. Uno de ellos es la predisposición biológica, que facilita su aparición, incidiendo determinados factores como que el niño tenga una tasa respiratoria habitual elevada o que padezca algunas enfermedades como el asma o la alergia.

El condicionamiento pavloviano explica asimismo la ocurrencia de los ataques de pánico por procesos de asociación. El niño asocia el malestar experimentado en su primer ataque de pánico con determinadas sensaciones corporales y señales externas. La interpretación negativa que hace de ellas y el hecho de percibirlas como peligrosas aumentan su activación psicofisiológica (Clark, 1986). De ese modo, si el primer ataque de pánico tiene lugar en un centro comercial y se caracteriza principalmente por un aumento del ritmo respiratorio y sensación de ahogo, permanecer en un lugar similar o notar que se acelera levemente la respiración puede interpretarse como el comienzo de una crisis.

Las respuestas de escape o evitación de las situaciones proporcionan seguridad y alivio del malestar a corto plazo, pero contribuyen al mantenimiento del problema.

4. Trastorno obsesivo-compulsivo

En el trastorno obsesivo-compulsivo están presentes determinadas creencias irracionales que explican su origen y mantenimiento. El niño que sufre el trastorno suele interpretar los pensamientos intrusivos en términos catastrofistas, otorgándoles credibilidad sin poseer ninguna evidencia de su veracidad. La presencia de dichas obsesiones provoca ansiedad en el niño, quien lleva a cabo determinadas conductas para reducir su activación. Si, por ejemplo, teme contaminarse al utilizar los lápices de otros compañeros, lavará sus manos repetidamente para reducir su malestar.

La breve exposición a los pensamientos obsesivos, debido a la inmediata respuesta compulsiva que el niño lleva a cabo para reducir su ansiedad, impide la habituación o extinción de la ansiedad que le producen sus pensamientos. De ese modo, las compulsiones que alivian la ansiedad a corto plazo se mantienen por un proceso de reforzamiento negativo.

Determinados factores de predisposición o vulnerabilidad biológica, como la historia previa de aprendizaje, y vulnerabilidad psicológica, como su repertorio de creencias disfuncionales, contribuyen a la aparición del trastorno.

Asimismo, para desarrollar un trastorno obsesivo-compulsivo es necesaria la aparición de un factor precipitante. Por ejemplo, ser víctima de un robo por no tener una cerradura adecuada, o la aparición reiterada del pensamiento obsesivo de que los lápices pueden ser vía de contagio de enfermedades.

5. Trastorno por estrés postraumático

El trastorno por estrés postraumático es el resultado de procesos de condicionamiento clásico y operante. Durante la situación traumática el niño asocia el acontecimiento con ciertos estímulos que pueden adquirir las propiedades del suceso original y elicitar respuestas de ansiedad. El sonido de la sirena de una ambulancia puede producir en un niño que ha sido víctima de un accidente de tráfico miedo, pensamientos catastróficos y recuerdo del suceso.

Para evitar el malestar que le genera, el niño reacciona con respuestas de evitación o escape ante los estímulos asociados con el suceso traumático, lo que refuerza negativamente los síntomas. Evitar a los desconocidos o negarse a conversar sobre el suceso reduce el malestar en una niña víctima de una agresión sexual, sin embargo impide la habituación a los estímulos y mantiene el problema.

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