La expresión “teoría de la mente” alude directamente a un enfoque teórico sobre su estudio, las denominadas teorías "de la teoría". Desde esta perspectiva, se entiende que las nociones e ideas sobre la mente vienen a configurar todo un sistema conceptual elaborado, que supone distinciones ontológicas específicas y un marco explicativo-causal propio dentro de un sistema integrado y coherente.
En este sentido se habla de teoría en referencia a dos aspectos funcionales básicos:
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Su carácter interpretativo; discriminativo respecto a los hechos observados, ontología.
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Su carácter inferencial y predictivo; sistema de reglas de interconexión entre los conceptos que sirve de base para explicar y pronosticar los hechos futuros.
En este definiremos la ToM como un subsistema cognitivo, que se compone de un soporte conceptual y unos mecanismos de inferencia y que cumple la función de manejar, predecir e interpretar la conducta.
Desde el punto de vista del razonamiento causal, la mente media entre la percepción y la acción; a través de los pilares básicos de la ToM, que son: deseos, creencias e intenciones.
La teoría de la mente madura, permite una conceptualización casi automática de las situaciones sociales (agente, acción intencional, deseo, creencia...).
El desarrollo de la "teoría de la mente"
Aspectos esenciales de la ToM: la prueba de la "falsa creencia"
Dos aspectos son los principales:
Se debe alcanzar una idea integrada de deseos-creencias. Las atribuciones sobre cómo influyen estos estados mentales (deseos y creencias) se apoyan en dos apreciaciones claves: que los deseos pueden no cumplirse y que las creencias pueden ser falsas; de manera que ambas pueden estar relacionadas.
Deriva en comprender que la conducta responde a los estados internos, a las representaciones y creencias sobre la realidad (situación subjetiva) y no a la red misma (situación objetiva). Reconocer el efecto de las creencias constituye un indicio de gran valor sobre cómo se comprende el funcionamiento del mundo mental y se ha considerado como un “test” para decidir si se posee una ToM.
Dennet (1978) propuso dos criterios básicos a este respecto:
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Deben tenerse creencias sobre las creencias ajenas y distinguirlas claramente de las propias.
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Deben realizarse actuaciones consecuentes y acertadas.
A partir de estos criterios Wimmer y Perner elaboraron la denominada tarea de la falsa creencia = paradigma fundamental en los estudios encaminados a determinar a qué edad el niño desarrolla una ToM.
Desarrollo de la representación y del razonamiento mentalistas
Los deseos son culturalmente los motivos más primarios para la acción.
Los niños atribuyen deseos (como base de la conducta) antes que las creencias. Esto empieza a los 2 años.
Hacia los 3 años se configura una ontología consistente, el niño distingue entre el mundo físico o material y el mental o inmaterial. Diferencias entidades reales (creencias) y ficticias (imaginaciones). Estas primeras distinciones se basan en una interpretación de los contenidos mentales como meras “copias directas” de la realidad. Estas representaciones se consideran isomórficas y descriptivas .
Razonamiento causal: cuando el niño comienza a admitir que lo que se piensa o se cree puede ser erróneo si no se ha recibido información adecuada, lo que posibilita inferencias y predicciones correctas sobre la conducta. Se desarrolla hacia los 4-5 años, que es cuando el niño desarrolla una teoría intuitiva integrada y coherente de creencias-deseos para explicar la conducta. Puede razonar sobre creencias y falsas creencias.
Entre los 4 y los 6 años serán capaces, además, de diferenciar entre el pensamiento propio y el de los demás, permitiendo resolver tareas como la de “falsa-creencia”.
Estudios recientes con tareas no verbales
Entre los teóricos se ha llegado a la conclusión de que hacia los 5 años es cuando se completa la formación de una ToM consistente que implica un sistema conceptual coherente sobre los estados mentales y un sistema inferencial eficaz para la explicación y predicción de conductas basado en la cadena: “acceso informativo-creencias-conducta”.
Algunos han cuestionado esta tarea como demasiado “laxa” como prueba de una ToM madura, ya que puede resolverse sólo en función del “acceso informativo” sin que sea necesaria una visión realmente “interpretativa” de la mente, por lo que es probable que se desarrolle después de los 5 años.
En los últimos años se ha criticado la tarea de falsa-creencia por ser una prueba demasiado difícil, lo que explicaría su fracaso y pondría de manifiesto fallos ejecutivos más que de “competencia”.
Estudios recientes, con alternativas no verbales al test de falsa-creencia, sugieren que una cierta comprensión de creencias y falsas creencias podrían desarrollarse antes de los 2 años.
Frente a las teorías de dominio general (paradigma de falsa-creencia), estos estudios recientes apoyan los planteamientos que enfocan la ToM como una competencia de dominio específico.
Prerrequisitos y precursores de la "teoría de la mente"
Como prerrequisitos para el desarrollo de la ToM, se ha apelado sobre todo a discriminaciones sociales tempranas:
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Atención y discriminación de sonidos lingüísticamente relevantes
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Reconocimiento del rostro humano
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Sensibilidad a la contingencia de las interacciones con los demás
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Atención conjunta y captación de la intencionalidad en las interacciones
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Discriminación de los seres autoanimados y de los patrones biológicos de movimiento.
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Reconocimiento de los humanos como seres autoanimados
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Atención y discriminación de los movimientos humanos frente a los de otros seres “auto-animados”
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Imitación de acciones humanas
Es preciso tener en cuenta que esta sensibilidad de dominio específico, por si sola, no implica ninguna comprensión psicológica mentalista.
La comprensión de la intencionalidad
El primer paso hacia la ToM es la captación y comprensión de la intencionalidad en sus dos planos característicos e interconectados:
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El plano conductual, que admite que desde los primeros meses, el bebé; reconoce a los seres humanos como autoanimadose interpreta sus conductas como dirigidas a una meta. Esta es una atribución inicialmente teleológica que posteriormente pasa a ser mentalista.Según algunos autores, esto ocurre hacia los 9-10 meses, mientras, otros autores lo sitúan hacia los 6 meses.
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El plano representacional, la intencionalidad tiene la característica de los propios estados de la mente en sentido filosófico, esto es, en cuanto a entes tendentes a o referidos a o dirigidos a otra cosa.
Lo que se comprende al formar una ToM es que los estados mentales consisten en determinadas actitudes proposicionales acerca de determinados contenidos proposicionales.
Los contenidos proposicionales expresan estados del mundo (verdaderos o falsos) y las actitudes proposicionales expresan estados mentales (intencionales).
La comunicación preverbal
El planteamiento anterior permite relacionar la ToM con la esencia pragmática de las interacciones comunicativas y, consecuentemente con la emergencia del símbolo y la comunicación preverbal.
La comunicación lingüística parece hacer uso de una ToM para poder inferir las “intenciones comunicativas” del interlocutor. El primer indicio de esta pragmática comunicativa esta en las “conductas de indicación” o protodeclarativos, que se producen al final del primer año.
Protodeclarativos: se considera como una de las primeras expresiones comunicativas del niño, de carácter preverbal, a veces, acompañado de vocalizaciones: el gesto de señalar, la mirada intermitente al objeto y a los ojos del adulto. Algunos piensan que estos gestos suponen ya intención comunicativa puesto que pretenden atraer la atención del interlocutor hacia algún aspecto interesante de la realidad para compartirlo.
Esta conducta es especifica del ser humano y, posiblemente, el primer déficit comunicativo específico que se ha observado en el autismo. Por lo tanto, los protodeclarativos pueden ser uno de los aspectos precursores de la“teoría de la mente”.