La investigación de la metacognición y la de la ToM pertenecen a 2 tradiciones distintas.
Los estudios tradicionales sobre la metacognición exploran el conocimiento que los sujetos tienen sobre su propia mente, sobre sus propios procesos y productos cognitivos (contexto personal) y cómo se aplica este conocimiento deliberadamente o no, en el aprendizaje y en la resolución eficaz de problemas. Se centran preferentemente en los niveles evolutivos intermedios (en la segunda infancia y en la adolescencia) cuando las capacidades básicas de representación y procesamiento de la información están bien asentadas.
La investigación sobre la ToM se ha situado más bien en las primeras etapas del desarrollo (en los bebés y en la primera infancia) dado que su interés está centrado en los primeros conocimientos, atribuciones e inferencias acerca de la mente de los demás (contexto interpersonal).
Desarrollo de la ToM y desarrollo metacognitivo
Hasta los 4-5 años no se alcanza una teoría de la mente como tal, coherente y funcional. En torno a los 3 años el niño ya empieza a distinguir con claridad entre el mundo físico y el mundo mental, lo que puede considerarse el primer paso en el desarrollo de la metacognición.
Poco después de que se adquiera la propia capacidad simbólica o de representación, ésta se vuelve recursivamente sobre sí misma de forma que el niño comienza a ser consciente de la peculiar naturaleza (interna e inmaterial) de los fenómenos y estados mentales en contraposición a la realidad física (material y externa).
A partir de esta primera discriminación, su conocimiento irá aumentando en distintas direcciones y tanto en el plano declarativo como procedimental. Destaca la progresiva diferenciación que el niño irá haciendo de los distintos procesos mentales, así como la creciente comprensión de sus relaciones, lo que se reflejará en un uso gradualmente más adecuado de los términos verbales que designan estados o actividades mentales. El desarrollo temprano de la ToM facilita el posterior progreso en las habilidades de metamemoria, hasta el punto de poder considerarse como su “precursor”.
Concepciones de la mente en el desarrollo de la ToM
En esta primera etapa la comprensión metacognitiva del niño (acerca de cómo la mente conoce el mundo y forma sus creencias) muestra una limitación característica: no admite que lo que la mente representa acerca de la realidad no necesariamente ha de corresponderse con esa realidad y que por tanto puede generar creencias falsas. Esta inicial y limitada concepción de la mente se ha puesto de manifiesto a través de la clásica tarea de la falsa creencia en la que típicamente el niño de 3 años fracasa.
Este tipo de concepción solo se supera a partir de los 4 años cuando el niño comienza a darse cuenta de que las creencias y las afirmaciones en que se expresan, pese a referirse a la realidad, no son un reflejo directo de la misma, sino que también dependen de las capacidades de representación del individuo y de su particular experiencia y acceso a la información (papel mediador de la mente), lo que a su vez le permitirá reconocer la posibilidad de que se produzcan creencias incorrectas o falsas.
Este cambio hacia los 4-5 años constituye un salto cualitativo importante en la comprensión metacognitiva del niño, en cuanto supone el paso a una concepción de la mente como “intérprete” de la realidad desde una concepción meramente “reproductora” de la misma. Este salto subyace al desarrollo pleno de la ToM.
Algunos autores suponen que es a partir de esta concepción interpretativa de la mente cuando el niño es capaz de responder adecuadamente a tareas como las de la falsa creencia en las que debe tomar en consideración el estado de conocimiento y de creencias ajenos distinguiéndolos de los propios.
Otros proponen que es a partir de los 6-7 años cuando el niño adquiere una teoría representacional verdaderamente interpretativa.
Se ha considerado la posibilidad de un desarrollo metacognitivo mucho más gradual que se prolongaría hasta la adolescencia y que conllevaría un progreso hacia una concepción de la mente no solo interpretativa sino también “constructiva”: el sujeto que conoce lo hace a través de su conocimiento previo, lo que implicaría una reconstrucción particular y personal de la experiencia.
Evolución de las concepciones sobre la representación mental:
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Concepción “reproductora” de la mente (inicial)
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Hacia los 3 años el niño concibe la representación mental de la realidad como una mera copia que describe esa realidad objetiva de forma isomórfica y que es accesible a todos de forma directa e independientemente del acceso que se tenga a la información relevante. La mente solo genera conocimiento y creencias verdaderos, la denominada teoría de la copia directa.
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Antes de los 4 años el niño se niega a aceptar que alguien pueda creer algo que no coincide con lo que él conoce o asume como cierto. Fracasa en la tarde a la falsa creencia.
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La negativa a atribuir falsas creencias o falso conocimiento, no significa que el niño no acepte la posibilidad de representaciones que no se correspondan con la realidad. El contrate clave está en la diferenciación que hace el niño entre lo que es producto de la imaginación (que puede crear entes irreales) y lo que es producto del conocimiento (que simplemente reproduce o describe la realidad).
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Estas representaciones fieles de la realidad es lo que el niño de 3 años asocia con las “creencias” y las afirmaciones en que se expresan, entendiendo que recogen de forma directa lo que el mundo realmente es, de ahí que no admitan que puedan suponer un registro o expresión incorrecto o alterado del mismo. Inicialmente para el niño las “creencias” están indisolublemente ligadas al mundo externo: surgen de la experiencia y llevan a actuar de forma consecuente.
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Concepción “interpretativa” de la mente (intermedia)
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Hacia los 4 años el niño comienza a asociar los productos del conocimiento (las creencias y las afirmaciones en que se expresan) al propio proceso mental por el que se generan, lo que supone reconocer el papel mediador del sujeto que conoce frente al papel impositor del objeto conocido.
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La mente no “reproduce” la realidad, sino que la “interpreta” y por tanto puede generar conocimientos o creencias falsas. Es entonces cuando comenzaría a resolver adecuadamente tareas como la de la falsa creencia.
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Concepción “constructiva” de la mente (final)
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Progresivamente esta concepción interpretativa de la mente derivaría hacia una visión incluso “constructiva” al asumir que finalmente toda interpretación depende del propio conocimiento. De forma que más allá de reproducir o interpretar, lo que hace la mente es “reconstruir” la realidad en una representación propia y particular. Esto implicaría una nueva teoría de la mente en la que se atribuye a ésta un papel aún más activo, de naturaleza creativa y no meramente interpretativa: al conocer el agente “reconstruye” la realidad en la representación que se hace de ella, lo que supone reconocer la primacía del agente como fuente del conocimiento, que es capaz, por tanto, de generar múltiples representaciones de la realidad.
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Evolutivamente cada una de estas 3 concepciones de la mente supone un importante avance respecto a la anterior, en conjunto conformarían un progreso metacognitivo relativamente continuo. Este progreso sería reflejo de cambios conceptuales más profundos y significativos que atañen a las intuiciones o creencias de base sobre lo que es el propio conocimiento y el propio acto de conocer. (supuestos epistemológicos)
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