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Los accidentes cerebrovasculares dañan parte del cerebro debido a la ruptura de un vaso sanguíneo o a su oclusión (obstrucción) por un trombo o un émbolo. Un trombo es un coágulo sanguíneo que se forma dentro de un vaso sanguíneo. Un émbolo es una partícula de sustancias de desecho que es transportada por el torrente circulatorio y se aloja en una arteria. Los émbolos pueden proceder de infecciones dentro de las cavidades del corazón o pueden estar formados por fragmentos de trombos.

Al parecer, la falta de flujo sanguíneo daña a las neuronas principalmente estimulando la liberación masiva de glutamato, lo que causa inflamación, fagocitosis por parte de los microgliocitos activados, producción de radicales libres y activación de enzimas reguladas por el calcio.

En la actualidad, el mejor tratamiento para el ictus es administrar un fármaco que disuelve los coágulos. El activador tisular del plasminógeno (tPA) se ha de administrar en las tres primeras horas después del inicio del ictus.

Parece ser que en algunos casos causa lesiones cerebrales. La desmoteplasa, una enzima que contiene la saliva de los murciélagos, es eficaz durante un plazo superior a 9 horas después de un ictus y, al parecer, no causa lesiones.

La endoarteriectomía carotídea o la inserción de un stent en la carótida pueden reducir la probabilidad de padecer un ictus en personas con placas ateroscleróticas que obstruyan la arteria carótida.

Después de que haya ocurrido un ictus, la fisioterapia puede facilitar la recuperación y minimizar los problemas del paciente.

La terapia de constricción inducida de movimientos ha demostrado ser provechosa para restaurar el movimiento útil de las extremidades después de una lesión unilateral de la corteza motora. Esta terapia junto con la observación de movimientos que se están realizando tiene efectos beneficiosos, quizá debido a que se estimula el sistema de neuronas especulares.

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