Las terapias de tercera generación fundamentan su actuación en un paradigma contextual que explica el comportamiento humano (normal o anormal) en términos interactivos, funcionales y contextuales. De esta forma, el trastorno no se encuentra dentro de la persona, sino que es la persona la que se encuentra en unas circunstancias o situación problemática.
Los trastornos psicológicos son posibilidades del ser humano, en tanto que no existe un déficit en el individuo que sea la causa de su trastorno, sino los problemas derivados de la interacción con contextual. Merece la pena destacar la diferencia radical que supone este planteamiento en cuanto las dos generaciones anteriores que adoptar un modelo de déficit. Estas dos generaciones asumen un modelo de salud mental internalista y mecanicista, que se traduce en la elaboración de protocolos de tratamiento altamente estructurados para intervenir sobre los elementos dañados que hay en los diferentes trastornos. Por el contrario, la tercera generación de la terapia de conducta se muestra particularmente sensible el contexto y las funciones del evento psicológico y no tanto a su forma.
Los grandes principios en las intervenciones de las TTG son:
- Aceptación: El abandono de la búsqueda permanente, y por tanto la aceptación de los síntomas y el malestar como experiencia vital normal
- Activación: Si la atención de los recursos de la persona ya no se dirigen hacia la evitación de los síntomas, es posible promover un cambio conductual hacia la persecución de objetivos valiosos en la vida. En este tipo de terapias la eficacia no se mide por la cantidad de síntomas eliminados, sino por los logros personales del paciente partir del día de la clarificación de los valores
El hecho de que el enfoque que sostienen las terapias de tercera generación se centren en lo funcional, proporciona una mayor libertad y permite incluir técnicas de otras aplicaciones como por ejemplo la Gestalt, la logopedia o análisis transaccional, puesto que lo importante es atender la función de la conducta, la terapia se organiza en torno a esta función.