A nivel clínico, la depresión representa un complejo síndrome en el que sentirse deprimido o triste, es sólo uno de los numerosos y variados síntomas.
La característica fundamental sintomática, de acuerdo con el DSM-IV-TR, de los trastornos depresivos viene determinada por el denominado episodio depresivo mayor. Los síntomas recogidos son: estado de ánimo depresivo (en niños y adolescentes puede tornarse irritabilidad), disminución del interés por el placer, pérdida de peso y/o cambios en el apetito, insomnio o hipersomnia, agitación o enlentecimiento psicomotor, fatiga o perdida de energía, sentimientos de inutilidad o de culpa, dificultad para pensar, concentrarse y tomar decisiones, y pensamientos recurrentes.
Esta breve descripción de los cambios que caracterizan la entidad denominada como trastorno depresivo, pone de manifiesto la concurrencia de alteraciones de carácter:
- Afectivo: tristeza, abatimiento, desanimo, disminución de la capacidad de disfrute, apatía o indiferencia, etc.
- Comportamental: agitación motora, lentitud al hablar y andar, disminución del nivel de actividad, etc.
- Cognitivo: disminución de la capacidad de concentración, memoria y atención y, con ellos, del rendimiento; incremento de las cogniciones negativas autoreferidas
- Fisiológico: insomnio o hipersomnia, disminución del apetito, de la actividad y del deseo sexual, dolores y molestias
- Interpersonal: disminución del interés por los demás, deterioro de las relaciones sociales.
Las cifras sobre la prevalencia de la depresión demuestran que este síndrome afecta a un amplio porcentaje de personas. Considerando el conjunto de población adulta norteamericana, entre un 5% y un 18% de personas han padecido o padecerán al menos un episodio de depresión a lo largo de su vida.