La ansiedad es una emoción básica, que no primaria, ya que forma parte de la dotación emocional de todas las personas. No es primaria porque no es una emoción “pura”, no posee un sistema de condiciones desencadenantes propio, específico y distintivo de las demás emociones; tampoco tiene un procesamiento cognitivo propio y exclusivo, no tiene una experiencia subjetiva característica, carece de una comunicación no verbal distintiva, su forma de afrontamiento no es privativa y tampoco su activación fisiológica es singular.
Se trata de una emoción que toma recursos de otros procesos con los que comparte, además de su finalidad adaptativa, prácticamente todo. Así, la ansiedad toma prestado del miedo todos sus elementos emocionales y del estrés su sistema de elicitación y afrontamiento. Es, por tanto, un sistema supraordinal de detección y procesamiento de información para la organización de recursos ajenos con un objetivo único que es preservar a la persona de posibles daños.
La ansiedad, más que una emoción en sentido estricto, se trata de una actitud emocional cognitiva, ya que no es fruto de unos recursos propios sino del establecimiento de una serie de sesgos cognitivos que actúan sobre el sistema de evaluación-valoración de la situación, permitiéndole de ese modo anticipar y preparar los medios psicológicos necesarios para dar la respuesta más adecuada ante cualquier indicio de amenaza o riesgo físico o psicológico para la persona.
El desarrollo del proceso de ansiedad se encuentra totalmente determinado por el propio desarrollo personal.
En la actualidad, entendemos la ansiedad como un sistema de procesamiento de informaciones amenazantes que permite movilizar anticipadamente acciones preventivas.