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Las emociones negativas, como el miedo, la ansiedad, la ira o la tristeza constituyen nuestra primera línea de defensa afectiva contra las amenazas externas. El componente sentimental común a estas emociones es la aversión, la experiencia subjetiva desagradable.

La tristeza es la ‘cenicienta’ de las emociones negativas, escaseando los estudios, que se han centrado más en la depresión o en la pena asociada al duelo.

3.1. Definición de tristeza

La tristeza es el sentimiento negativo caracterizado por un decaimiento en el estado de ánimo habitual de la personas, que se acompaña de una reducción significativa en su nivel de actividad cognitiva y conductual y cuya experiencia subjetiva oscila entre la congoja leve y la pena intensa propia del duelo o la depresión.

Comúnmente, esta emoción se plantea ante situaciones que nos suponen alguna pérdida o que nos acarrea algún perjuicio o daño. No obstante, la tristeza no tiene por qué tener un cariz negativo. A veces hallamos satisfacción en regocijarnos en este sentimiento (leer relatos llenos de connotaciones melancólicas o ver una película de contenido dramático).

También tendemos a experimentar estados que podríamos denominar de “gozosa tristeza”, en los que nos complacemos en la conmiseración propia, sintiendo piedad por nosotros mismos (evocar un recuerdo feliz que nos embarga de alegría).

Finalmente, la tristeza puede surgir como respuesta a una emoción positiva tan intensa que se torna dañina. Así, ganar el ‚premio gordo‛ de la lotería o sacar una oposición puede sumir al individuo en un desconcierto emocional transitorio.

Una de las consecuencias más evidentes e inmediatas de la tristeza es el aparente anquilosamiento que produce en la persona afectada por ella. En su vertiente defensiva, permite establecer medidas de autoprotección que reduzcan la vulnerabilidad de la persona ante eventos que superan sus recursos para hacerles frente. En su vertiente reparadora, posibilita el abandono del plan de acceso a una meta esquiva o perniciosa, o la sustitución por otras metas con más visos de accesibilidad o que resultan más gratificantes.

3.2. Características de la tristeza

3.2.1. Desencadenantes de la tristeza

El sentimiento de tristeza emerge ante situaciones que suponen bien la pérdida de una meta valiosa para la persona, bien el planteamiento de una contingencia aversiva (la pérdida de la pareja, un suspenso en una asignatura).

Estas características de decepción y desagrado son compartidas también por los eventos activadores de otra emoción, la ira. Es decir, la misma circunstancia puede generar en la persona una experiencia emocional ya melancólica, ya de rabia. El factor determinante es el convencimiento que tiene la persona sobre la posibilidad de poder hacer algo o no con vistas a la recuperación de la meta o la neutralización del estado aversivo:

  • Cuando la valoración cognitiva lleva al sujeto a concluir que no existe plan alguno que le permita restablecer la meta perdida, la emoción concomitante será la tristeza, que empuja al abandono de la meta o a su sustitución por otra.
  • Si como resultado de dicho proceso de valoración se infiere que la meta puede ser restaurada mediante un plan de acción preciso, entonces el afecto asociado será la ira, que empuja a la recuperación de la misma.

Siguiendo a Power, los rasgos del proceso emocional de la tristeza son:

  • El resultado de la evaluación debe ser de pérdida o fracaso de una o más metas de gran significación para el individuo (objetos, personas)
  • La pérdida o daño no debe ser necesariamente de carácter permanente (una incapacitación temporal o un viaje que nos aleja de la familia)
  • La pérdida puede no ser personal sino afectar a otros allegados nuestros
  • Las metas con respecto a las que se evalúa la pérdida pueden tener diferente proyección temporal, situándose en el pasado (el recuerdo de un trauma sufrido en la niñez), en el presente (la enfermedad de un hijo) o en el futuro (anticipar un despido laboral)
  • La experiencia subjetiva de tristeza varía considerablemente tanto en intensidad como en duración. Estos parámetros oscilan entre una tristeza leve y de corta duración (la pérdida del bonobús) y una melancolía intensa y perdurable (la pérdida de un ser querido)

3.2.2. Factores moduladores de la tristeza

Entre los factores que determinan el afrontamiento ante la tristeza se encuentran el perfil de personalidad, la funcionalidad cognitiva, la falta de habilidades conductuales y el entorno sociocultural.

3.2.2.1. Patrón de personalidad

En general, las personas con un rasgo de neuroticismo acusado tienden a mostrar una alta inestabilidad emocional, que se manifiesta en forma de frecuentes sentimientos de tristeza, desesperanza y depresión. Esta falta de control sobre los afectos está mediatizada por una autoimagen negativa, baja autoestima, tendencia a la autocrítica, alta propensión a experimentar culpa y una mala dinámica relacional.

La interacción del rasgo extroversión-introversión con el neuroticismo puede afectar el sentimiento de tristeza de formas diversas. La extroversión anima al neurótico a la búsqueda de relaciones sociales, en cuanto que favorece la formación de una red de apoyo social como fuente de refuerzo. Sin embargo, también puede convertirse en un factor de descompensación afectiva al incrementar la posibilidad de que el sujeto se vea inmerso en situaciones de conflicto. Un efecto inverso puede observarse en relación a la introversión, ya que, por una parte, lo limitado de sus transacciones sociales preserva al introvertido de situaciones interpersonales comprometidas pero, por otra parte, le priva de un importante caudal de refuerzo positivo.

Un estilo explicativo pesimista lleva a la persona a creer que las contingencias afortunadas o experiencias positivas que se le plantean en la vida, son debidas a factores sobre los que tiene poco o nulo control (causa externa) resultan difíciles de predecir o anticipar (inestables) y actúan sólo en esa circunstancia particular y no en otras (especifidad). La persona con un estilo explicativo pesimista piensa que las cosas buenas que le ocurre se debe a causas externas, inestables y específicas.

Bajo la denominación de personalidades melancólicas se agrupan un conjunto de sujetos caracterizados por un excesivo afán de orden, por la sobriedad, el sentido del deber, la escrupulosidad moral y la pulcritud. Presentan una personalidad excesivamente rígida y, debido a su poca capacidad de adaptación, se afecta gravemente cuando se plantean pérdidas o amenazas al entramado existencial con que se protege el individuo.

3.2.2.2. Determinantes cognitivos-conductuales

A) Factores cognitivos y tristeza

Los sucesivos fracasos en el logro de la meta deseada o en la evitación de una situación desagradable, llevan a la persona a entender que no tiene control sobre el acceso a la meta o la neutralización del evento aversivo. De acuerdo con este paradigma, si la persona llega al convencimiento de que sus conductas voluntarias no influyen en forma alguna en el logro de los resultados deseados, entonces desarrollará un estado psicológico conocido como indefensión aprendida.

Bajo este síndrome, el individuo reduce su nivel de actividad, desarrolla una actitud pesimista y presenta un estado afectivo caracterizado por la apatía y la tristeza extrema. El tipo de atribuciones que hace la persona ante los sucesos negativos resulta clave en la emergencia de un estado de ánimo melancólico y depresivo. Así, un estilo de atribución que fija la causa del fracaso en la consecución de la meta en uno mismo (atribución interna), que amplía esa falta de habilidad personal a la consecución de cualquier meta que se plantee el sujeto (atribución general) y que considera que esta situación tiene un carácter permanente (atribución estable), tenderá a general un estado de indefensión afectivamente marcado por el sentimiento de tristeza.

Se ha destacado también la importancia del autocontrol, desde el que se explican los cambios emocionales y cognitivos en función de la valoración del propio comportamiento (autoevaluación) y de la capacidad de la persona para ser su propia fuente de refuerzo (autorrefuerzo). Del mismo modo, se ha planteado la existencia de esquemas cognitivos (representaciones de experiencias pasadas guardadas en la memoria y que operan como filtros en el análisis de la información recibida en el momento actual), que distorsionan la percepción de la realidad y que llevan a la persona a cometer errores en sus procesos de razonamiento. Estos juicios equivocados le inducen a elaborar una visión negativa de sí misma, de su entorno y de su proyección de futuro.

En los estados depresivos se ha observado un deterioro de la capacidad para identificar el tipo de emoción que el interlocutor está expresando. Con frecuencia, la persona deprimida tiende a sesgar negativamente su percepción de la respuesta afectiva del otro.

Por otra parte, las personas deprimidas tienden a filtrar sus recuerdos, activando con frecuencia los de carácter negativo, es decir, los que son congruentes con su estado de ánimo.

B) Factores conductuales y tristeza

Lewinsohn propuso que una reducción drástica en la cantidad de refuerzo positivo que recibe la persona actuaría como factor desencadenador de la tristeza extrema observada en la depresión. La carencia de habilidades sociales desempeña aquí un papel primordial, ya que modula tanto la posibilidad como la cantidad de refuerzo social que recibimos de los demás. Este descenso en la frecuencia con que uno es reforzado, determina la aparición de respuestas típicamente depresivas (apatía o pérdida de iniciativa).

Se ha hallado una correlación negativa entre la capacidad para resolver problemas interpersonales y la depresión. De este modo, los sujetos más tristes muestran una capacidad menor para hacer frente a situaciones socialmente conflictivas. Son, en general, más diestras en la solución de problemas, pero no lo son tanto cuando éstos son de índole social.

3.2.2.3. Contexto sociocultural

El estereotipo afectivo de la tristeza (desagradable, disgusto, molestia) no tiene validez universal, aunque sí su proceso emocional, que se entiende presente en todos los humanos con independencia de su entorno cultural.

Por tanto, en no todas las culturas la tristeza tiene un cariz negativo (en las culturas asiáticas, por ejemplo, es considerada como un paso más en el camino del perfeccionamiento que lleva a la salvación).

La falta de autocontrol y la solicitud de ayuda son dos rasgos de la tristeza que matizan su aceptación o su rechazo social. Así, en las sociedades individualistas, que enfatizan la actividad y la autonomía, la carencia de autodominio y las actitudes dependientes hacen que no tenga buena fama este tipo de sentimientos. En cambio, las sociedades colectivistas, emocionalmente más receptivas, se muestran más tolerantes en relación a esta clase de experiencia afectiva. En ellas, la tristeza refuerza los vínculos sociales y anima al comportamiento compasivo y altruista con la persona atribulada.

3.2.3. Procesamiento cognitivo de la tristeza

A) Evaluación afectiva de la situación

  • NOVEDAD ⇒ La tristeza aparece en relación a situaciones que no resultan extrañas a la persona, es decir, tienen poca capacidad de sorpresa (cuando nos informan de la apertura de un expediente de regulación de empleo que amenaza nuestro puesto de trabajo), y la evaluación valorativa colorea las circunstancias con otro tipo de emoción (ira, miedo, ansiedad). Cuando fracasan los planes de acción (no somos capaces de encontrar un empleo alternativo) y se llega al convencimiento de la no viabilidad de cualquier otra medida de afrontamiento, entonces emerge la tristeza. En cualquier caso, el grado de familiaridad con el suceso emocional es bajo (no todos los días peligra nuestro puesto de trabajo) y su ocurrencia es poco predecible.
  • AGRADABILIDAD ⇒ La imposibilidad de actuar sobre el acontecimiento y su condición de obstáculo o barrera que impide el acceso a la meta deseada, determinan que la persona lo valore como una contingencia desagradable y que se sienta desamparada ante él.

B) Valoración de la situación

  • SIGNIFICACIÓN ⇒ El suceso emocional tiene una gran importancia para el individuo, por lo que le aboca al abandono de las metas perseguidas y le obliga a fijarse en otras nuevas (un desengaño amoroso motiva a restablecer la relación con la otra persona, pero si estos planes de acción fracasan, posiblemente se fijará como nueva meta encontrar otra pareja). Las consecuencias negativas derivadas de esta situación ya habían sido anticipadas por el sujeto antes de que se desencadenara la emoción. Por otra parte, la urgencia de la intervención sobre la situación es baja, ya que, al no haber restablecido la meta, la persona se siente desolada y carente de guías de conducta.
  • AFRONTAMIENTO ⇒ La tristeza se plantea en relación una situación de impasse, en la que el individuo se ve inmerso en un atolladero del que le resulta difícil salir. Además, es consciente de su bajo potencial de respuesta a esta situación y del poco o nulo control que puede ejercer sobre ella. No obstante, la tristeza no impide la emergencia de otras emociones, que pueden contribuir a resolver la situación de estancamiento. Esto hace que se haga una atribución causal sobre el otro y buscamos un agente responsable de la situación (echamos la culpa a otro incluso cuando no los hay).
  • NORMAS ⇒ Dada la falta de planes de acción para afrontar el suceso emocional, la valoración de su adecuación a las normas externas (sociales) es nula. En cuanto a la normativa interna, no se hará uso de la solicitud de apoyo o ayuda de otros si se considera que con ello se da una imagen de persona blanda o pusilánime que no se corresponde con la que uno tiene o desea dar de sí mismo.

3.2.4. Funciones de la tristeza

En general, el sentimiento de tristeza ralentiza el nivel funcional del individuo, afectando tanto a sus procesos cognitivos como a su conducta manifiesta o motora. Este efecto actúa impidiendo un derroche innecesario de energía, ya que no tiene sentido afrontar una situación sin tener un plan de acción eficaz o recursos suficientes.

La aflicción, por tanto, contribuye a esta política de ahorro de energía reduciendo la atención centrada en el entorno y favoreciendo la enfocada sobre uno mismo. Esta preeminencia de la atención dirigida hacia los procesos internos contribuye, como ya hemos dicho, a economizar recursos, pero también desempeña una función de autoprotección. Además, favorece la introspección y el análisis constructivo que le permitan desarrollar nuevas estrategias de acción o desvalorizar la meta bloqueada, haciendo así menos traumático su abandono.

La tristeza favorece cierta regresión en el individuo que la experimenta, que se torna más receptivo al amparo que le puedan ofrecer otros significativos para él. Y es que, con frecuencia, tendemos a buscar cobijo afectivo y apoyo social ante situaciones de conflicto intenso, generando con sus allegados una vinculación empática. Este estado de ‚emoción mimética‛ les permite ver la situación desde otra perspectiva, aplicar sus procesos cognitivos a la búsqueda de soluciones creativas y facilitar apoyo y comprensión, suavizando la situación de desamparo en la que se encuentra la persona apenada. En definitiva, esta emoción refuerza los vínculos sociales, animando al grupo a prestar ayuda y apoyo emocional al individuo atribulado. No obstante, puede convertirse en arma de doble filo, ya que, mientras que el individuo alegre tiene una buena aceptación en el grupo, la persona crónicamente triste acaba, a menudo, siendo evitada y relegada por los otros miembros.

3.3. Activación

3.3.1. Efectos subjetivos de la tristeza

El sentimiento de tristeza irrumpe en la conciencia con un claro matiz desagradable. La persona se siente abatida, impotente, afligida, desanimada y sin fuerzas para articular un plan que le permita afrontar de forma eficaz la situación que desencadenó tal estado emocional. En su expresión más extrema (tras una experiencia traumática) produce un intenso desconcierto y bloqueo funcional. La realidad desbarata las expectativas y el sistema de creencias del sujeto, reaccionando con sentimientos de desamparo, impotencia y desolación.

Además, los procesos cognitivos se ralentizan y sesgan hacia los aspectos más negativos de uno mismo y del entorno. Se adopta una actitud pesimista que anula cualquier expectativa futura de cambio positivo. La atención se orienta hacia dentro, centrándose en el análisis de los acontecimientos inmediatos y de sus desagradables consecuencias. La tristeza nos predispone a realizar reflexiones de largo alcance.

3.3.2. Correlatos neurobiológicos y psicobiológicos de la tristeza

A) Correlatos neurobiológicos

La inducción de tristeza está asociada a la activación de diferentes sistemas y estructuras cerebrales. Entre ellas:

  • El córtex prefrontal medial, que tiene una función general en el procesamiento emocional y, por tanto, su activación también se produce con ocasión de otros afectos distintos a la tristeza.
  • El córtex cingulado subcalloso, que está asociada a la ocurrencia de este tipo de afecto.

La funcionalidad sináptica de las áreas cerebrales implicadas en el proceso emocional de la tristeza está mediatizada por la función neurotransmisora de dos aminas biogénicas, la serotonina y la noradrenalina.

Ambas intervienen en la regulación de una red bioquímica, el "eje hipotálamo-hipofiso-adrenal" (HPA), que es clave en la regulación de las reacciones de enfrentamiento-huída y de la respuesta al estrés. Cuando se detecta una amenaza contra el bienestar físico o psicológico, el factor liberador de la corticotropina, segregado por el hipotálamo, hace que la hipófisis anterior produzca la hormona adrenocorticotropa. Ésta, a su vez, estimula la secreción de cortisol por la corteza suprarrenal. Tal secuencia de acciones prepara al organismo para el enfrentamiento o la huída, interrumpiendo cualquier actividad que no esté orientada a la autoprotección. El cortisol aumenta la concentración de azúcar en sangre y el ritmo cardíaco e inhibe una respuesta inmunitaria excesiva. El factor liberador de la corticotropina reduce la sensación de hambre y el impulso sexual, al tiempo que intensifica el estado de alerta.

Una activación excesiva o prolongada del eje HPA puede resultar perjudicial y favorecer la aparición de trastornos depresivos.

También, se ha hallado una hipoactivación del lóbulo frontal izquierdo tanto en pacientes con depresión como en aquéllos que habían estado deprimidos con anterioridad.

B) Correlatos psicofisiológicos

Las emociones negativas se acompañan de respuesta del Sistema Nervioso Autónomo mucho más intensas que las que se observan con ocasión de la ocurrencia de los afectos positivos. El proceso emocional se acompaña siempre de una serie de alteraciones que abarcan distintos índices somáticos y fisiológicos:

  1. Actividad respiratoria y de la musculatura esqueletal ⇒ La tristeza se acompaña de una elevación del tono muscular general. Cuando su intensidad aumenta y da paso a estados próximos a la depresión, el efecto se invierte, dándose entonces una reducción en el nivel de tensión muscular. Aunque el ritmo respiratorio se mantiene estable, se dan cambios en la amplitud de la respiración.
  2. Actividad cardiovascular ⇒ El corazón late con una frecuencia algo mayor, pero se reduce el volumen de sangre bombeando al árbol arterial en cada latido. En cambio, aumenta la resistencia vascular periférica y se elevan ligeramente los niveles de presión sanguínea sistólica y diastólica.
  3. Actividad electrodérmica ⇒ El sentimiento de tristeza aumenta el nivel de conductancia de la piel, alcanzando valores muy altos.
  4. Actividad endocrina ⇒ Se da un aumento notable de los niveles de cortisol en sangre. Esta alteración refleja una disfunción del eje HPA.

3.3.3. Expresión facial de la tristeza

A través de la expresión facial el estado afectivo es comunicado rápidamente a los demás, convirtiéndose en una señal social, que activa el mismo afecto en los otros. Es el denominado "contagio emocional".

La composición gestual básica de la tristeza se caracteriza por:

  1. Cejas:
    • UA-1: Elevación de los extremos de las cejas más próximos al eje central del rostro
    • UA-14: Disposición inclinada de las cejas hacia la parte externa de la cara
  2. Labios:
    • UA-15: Las comisuras de los labios son desplazadas hacia abajo
  3. Otros:
    • UA-6: Ascenso de los pómulos y estrechamiento de la apertura palpebral
    • UA-11: Apariencia más notoria del repliegue nasolabial, cuyo trazado conecta las aletas nasales con las comisuras labiales
    • UA-54: Inclinación de la cabeza
    • UA-64: Mirada hacia abajo, pero también fijada en un punto indeterinado del campo visual o extraviada

En la composición de esta "cara lánguida" intervienen, principalmente, los músculos: frontal, piramidal, superciliar, mentoniano y el depresor del ángulo de la boca.

Las formas más leves de tristeza suelen manifestarse en el rostro, mientras que la persona intensamente apesadumbrada puede mostrar una alteración corporal: cabizbajo, con la espalda arqueada hacia delante, los hombros caídos, los brazos laxamente tendidos a lo largo del cuerpo y un caminar pausado y costoso. La pena se puede expresar también en forma de llanto, que en su dimensión extrema convulsiona el cuerpo. El llanto cumple una función adaptativa que permite comunicar de forma no verbal la experiencia de un sentimiento doloroso y así, conseguir de los otros empatía, atención y consuelo.

Este síntoma de aflicción aparece de forma sincera y frecuente en la infancia y la niñez. En el adulto, su frecuencia disminuye, las normas sociales regulan su expresión limitándola y fomentando su inhibición. Los beneficios (afectivos, materiales) que reporta el llanto a la persona realmente apesadumbrada han dado pie al empleo doloso de esta expresión emocional. Así, la podemos utilizar para simular arrepentimiento (lágrimas de cocodrilo) o con intención instrumental (lágrimas de plañidera), pero siempre vacía de sentimiento auténtico.

3.3.4. Expresión vocal de la tristeza

Tanto la potencia como el ritmo con la que vibran las cuerdas vocales se atenúan bajo el influjo de la tristeza. Nuestro tono de voz resulta más bajo y monótono, de menor sonoridad e intensidad. La fluencia verbal se reduce, disminuyendo el número de palabras articuladas y ampliándose el tiempo necesario para su articulación. El habla se torna cansina y lenta y el tono de voz disminuye progresivamente a lo largo de la pronunciación de la frase.

3.3.5. Afrontamiento de la tristeza

La tristeza tiene una clara función de protección y de restauración frente a las amenazas y posibles daños que puedan derivarse para la persona en su interacción con el medio. Ambas funciones se ponen en práctica a través de una serie de medidas de afrontamiento:

  1. RETRAIMIENTO ⇒ La persona entristecida tiende a replegarse sobre sí misma, mostrando un aislamiento relativo del medio. De este modo, una actitud reservada permite restringir el gasto de energía al desconectar al individuo de la ejecución de planes de conducta que se han mostrado poco útiles en la resolución del conflicto. Por otra parte, la tristeza mitiga el impacto de los factores ambientales reduciendo la cantidad de atención que se les presta. Pero, al mismo tiempo, incrementa la atención sobre los procesos internos. Este efecto hace posible una mayor concentración en las vivencias propias asociadas a la situación que instigó el afecto.
  2. MODERACIÓN FUNCIONAL ⇒ La tristeza modera y atenúa el nivel de funcionamiento general del individuo. Una vez que los planes de acción disponibles han fracasado resulta contraproducente mantener los niveles tan altos de activación y funcionalidad que se tenían antes de que surgiera la emoción. La acción atenuadora ejercida por la tristeza confiere un ritmo más pausado a los procesos cognitivos, que ahora pueden invertir más tiempo y detalle en el análisis exhaustivo tanto de la situación de conflicto como de los planes fallidos para hacerle frente.
  3. IMPACTO SOCIAL ⇒ La tristeza es una de las emociones de mayor efecto catalizador sobre el apoyo social y afectivo. Tendemos a sentir piedad por la persona atribulada y generamos más fácilmente empatía hacia ella. En general, el sentimiento de melancolía nos hace más propensos a buscar alivio a nuestras penas en el contacto social y afectivo con los otros. Aunque a veces se da la reacción opuesta, esto es, el sujeto entristecido rehúye la interacción con los demás y extrema su actitud de retraimiento e introversión, sobre todo cuando la situación de conflicto ha supuesto un daño que afecta a la autoestima y a la imagen social que la persona desea dar de sí misma.

3.4. Medida de la tristeza

En lo que concierne a la expresión facial propia de la tristeza se han empleado los siguientes protocolos:

  • El Sistema de Codificación de la Acción Facial (FACS), de Ekman y Friesen
  • El Sistema de Codificación de Máxima Discriminación del Movimiento Facial (MAX), de Izard
  • Escalas de afecto positivo y negativo (PANAS)
  • Cuestionario de pensamientos automáticos (ATQ)
  • Cuestionario de estilo atribucional (ASQ)
  • Escala de Hamilton para la evaluación de la depresión (HRSD)
  • Inventario de depresión de Beck (BDI)

3.5. Consecuencias de la tristeza

3.5.1. Efectos cognitivos de la tristeza

Uno de los efectos cognitivos que provoca esta emoción es atenuación de la atención hacia el ambiente y su consecuente orientación hacia el medio interno.

Esta medida procura al individuo de cierto aislamiento estimular, que le permite rechazar eventos emocionales que por su difícil manejo generan tensión. Por tanto, la tristeza favorece la autoevaluación y la reflexión sobre la situación que generó la tristeza.

La tristeza también influye en los procesos de pensamiento de la persona. Este sentimiento se asocia con una menor propensión a utilizar juicios heurísticos y, en su lugar, a guiarse por procedimientos rígidos y estereotipados, ya que la persona sumida en la tristeza es incapaz de explorar nuevas alternativas.

Cuando estamos tristes, este sentimiento funciona como una señal que nos informa de que la situación en la que nos hallamos inmersos es conflictiva y que debemos proceder con cautela. La prudencia nos lleva a prestar atención a los detalles de la situación y nos obliga a ser tan estrictos y rígidos en su interpretación que anula cualquier amago de creatividad. Por tanto, bajo un estado de ánimo triste, las personas tienden estrictamente a los datos disponibles, inhibiendo la exploración de otras opciones. Este estado se mantiene mientras no hay información disponible que anime a aventurarse en la exploración de nuevas estrategias. Cuando el contexto aporta evidencia de que el plan de acción clásico no siempre es útil, el individuo atribulado modifica sus estrategias, adoptando esquemas de pensamiento más flexibles y novedosos.

3.5.2. Conducta social y tristeza

La tristeza, por una parte, estimula en los demás la propensión a prestar ayuda material y afectiva a la persona que se halla bajo la influencia de esta emoción. Si no es espontánea, el melancólico la solicitará a los miembros de su entorno. Por otra parte, en ocasiones el afectado se muestra esquivo a la interacción social y prefiere aislarse en su pena. Los factores que pueden determinar esta actitud son, entre otros, una personalidad introvertida, el temor al deterioro de la imagen social, la gravedad del problema, la intensidad del sentimiento de tristeza, etc. Otras personas optan por una posición intermedia, manteniendo intensas transacciones afectivas con su entorno próximo (donde se saben aceptados) y mostrando una actitud huraña en el trato social amplio (donde temen ser objeto de crítica y burla).

3.5.3. La tristeza patológica

La tristeza extrema frecuentemente da forma a un cuadro psicopatológico de depresión. Bajo su influjo se alteran la afectividad, los procesos cognitivos y la conducta, los ritmos biológicos y la funcionalidad fisiológica.

El aspecto afectivo más destacable es el sentimiento de melancolía profunda que, junto con la incapacidad de para experimentar placer alguna (anhedonia), impregna tanto los procesos mentales de la persona como su interacción con el medio. El paciente adopta una actitud pesimista y un desinterés que alcanza a todos los ámbitos de la vida.

En cuanto a los procesos cognitivos, el pensamiento sufre alteraciones del curso y del contenido. La reflexión mental se lleva a cabo de forma lenta y costosa, y se dedica preferentemente a la elaboración de contenidos negativos. La atención y la concentración disminuyen de forma notoria como resultado del desinterés, la falta de motivación y el bajo nivel de aceptación. Este síntoma, cuando se suma a los déficits de memoria se le identifica como ‚pseudodemencia depresiva‛.

La conducta del paciente está marcada por la inhibición. Su actividad y rendimiento se hallan en cotas muy por debajo de lo que es habitual en él, llegando incluso a la total apatía, que le impide el desarrollo de cualquier actividad.

En cuanto a los ritmos biológicos, el paciente refiere alteraciones del sueño, que incluyen dificultades para dormir, pesadillas, diferentes formas de insomnio. También aparecen alteraciones del apetito, que pueden manifestarse en forma de anorexia.

La depresión también puede producir múltiples efectos fisiológicos, entre ellos, dolores de cabeza, ausencia de menstruación, estreñimiento, palpitaciones y sensación de cansancio crónico (astenia).

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