El criterio estadístico
Cuando la psicología y la Psicopatología se homologaron a las ciencias naturales, se recurrió a la cuantificación de los datos psicológicos a través de la estadística. En Psicopatología, la estadística se transmutó en criterio definitorio del objeto y adquirió rango de concepto, cuya máxima ejemplificación está en el criterio estadístico de la Psicopatología.
El postulado central del criterio estadístico (postulado de frecuencia) es el que de que las variables que definen psicológicamente a una persona, poseen una distribución normal en la población general de referencia de esa persona. Consecuentemente, la psicopatología es todo aquello que se desvía de la normalidad. Según este criterio se habla de hiper o hipoactividad para catalogar un comportamiento motor alterado o de alta vs baja inteligencia para designar la capacidad mental de las personas, etc.
Sin embargo, la restricción al ámbito de lo infrecuente no siempre conlleva psicopatología. Ej: creer en una vida después de la muerte puede ser muy frecuente, pero el no creer en ello no significa patología. Problemas de este estilo han llevado al segundo supuesto, el de la continuidad: los elementos constitutivos de las psicopatologías se hallan presentes en la normalidad pero constituyen una exacerbación, por exceso o defecto, de esa normalidad. De modo que las diferencias entre lo normal y lo patológico son de naturaleza cuantitativa, de grado. Aquí además se utiliza el prefijo "a" para hablar de conductas o actividades anormales, que se caracterizan no sólo por ser poco frecuentes, sino además por contener los mismos elementos de la normalidad pero en un grado o excesivo o escaso. Cuando la psicopatología se rige por un criterio estadístico se suele emplear el término anormalidad como análogo al de psicopatología.
Los criterios sociales e interpersonales
Uno de los criterios sociales es el que Sullivan denominó criterio consensual para señalar que la definición de las psicopatologías es una cuestión de normativa social, es decir, del consenso social que se alcance en un momento y lugar determinados. De ahí que se afirme que lo psicopatológico es una "construcción social", "una convención", "no existe más que en las mentes de quienes lo postulan".
Es también un criterio para la ausencia o presencia de psicopatologías la adaptación a los modos de comportamiento esperables, habituales y considerados correctos por el grupo social. De hecho, se encuentra en la base del criterio legal de normalidad mental vs psicopatológico. En la medida en que una persona se comporte, piense o sienta como lo hacen sus congéneres o cómo éstos esperan que lo haga, será catalogada como normal. Sin embargo, suponer que la adaptación es sinónimo de salud mental es erróneo.
Ej: para un joven de un barrio marginal de una gran ciudad puede resultar adaptativo socialmente asumir la violencia y la agresión como forma de comportamiento habitual.
La adaptación no puede erigirse como el criterio por excelencia para la delimitación de los psicopatológico y de lo normal, esto da lugar a una indeterminación del criterio. Un modo de solucionar la indeterminación del criterio sería postular la existencia de condicionantes situacionales que serían los responsables de las psicopatologías. El individuo sería como una marioneta sometida a contingencias ambientales y que representa el papel que la sociedad le adjudica. El riesgo que conlleva es sustraer de la naturaleza humana la autodeterminación y la racionalidad.
Los criterios subjetivos o intrapsíquicos
Según los criterios subjetivos o intrapsíquicos, es el propio individuo el que dictamina sobre su estado o situación, lo que se suele traducir en manifestaciones verbales o comportamentales (quejas sobre la propia infelicidad, sobre la incapacidad para afrontar un problema...). Una variante de este criterio es el alguedónico, que hace referencia al sufrimiento personal, propio o ajeno, como elemento definitorio de la presencia de una psicopatología. El principal problema de este criterio es que las personas son conscientes de sus problemas.
Pero no todas las personas que manifiestan infelicidad o angustia son catalogables de psicopatológicas. El criterio subjetivo no tiene en cuenta los efectos que un comportamiento anormal produce en el contexto social inmediato de la persona que lo exhibe (algo que sí lo tiene en cuenta el alguedónico). Sin embargo este tipo de criterios resulta insuficiente, aunque en la práctica hay que tenerlos en cuenta.
Los criterios biológicos
La variedad de los criterios biológicos es muy amplia, puesto que son muchas las disciplinas que se encuadran en las perspectivas biologistas: genética, neurología... Todas mantienen el supuesto básico de que las distintas psicopatologías son la expresión de alteraciones y/o disfunciones en el modo normal de funcionamiento, bien de la estructura, bien del proceso biológico que las sustenta. Estas alteraciones pueden estar causadas por la acción de agentes patógenos externos,se califican con el prefijo "dis", por carencia de determinados elementos constituyentes,prefijo "a",o por una ruptura del equilibrio normal de los procesos o estructuras involucradas,prefijo "hiper o hipo".
Asumir una etiología orgánica como explicación última o exclusiva de las psicopatologías, conlleva adoptar el término de enfermedad mental. Aceptar la dicotomía biológico vs. psicológico para explicar la aparición y el mantenimiento de una psicopatología significa caer de nuevo en un miope dualismo psicofísico.
Criterios de anormalidad: algunas conclusiones
Todos los criterios mencionados son necesarios, pero ninguno suficiente por sí mismo para la psicopatología.
Existen unos postulados para categorizar y catalogar un determinado modo de pensar, actuar o sentir como anormal o psicopatológico:
No hay ningún criterio que por sí mismo o aisladamente sea suficiente para definir un comportamiento, sentimiento o actividad mental como desviada, anormal o patológica.
Ningún comportamiento, sentimiento o actividad mental son por sí mismos patológicos.
La presencia de psicopatologías representa un obstáculo para el desarrollo individual de la persona que las mantiene o para su grupo cercano.
Las personas con psicopatologías no alcanzan niveles óptimos de desarrollo social, afectivo, intelectual o físico, y esas dificultades están producidas por anomalías en sus actividades, procesos, funciones y estructuras.
Los elementos que definen un comportamiento o actividad mental como psicopatológica no difieren de los que definen la normalidad más que en términos de grado, extensión y repercusiones, lo que significa que es más correcto adoptar criterios dimensionales que categoriales o discontinuos.
La presencia de psicopatologías no conlleva necesariamente la ausencia de salud mental: lapsus linguae, anomalías que se producen en el curso de una actividad mental normal, etc.
Salud no es sólo ausencia de enfermedad sino también presencia de bienestar.