Los tratornos disociativos han pasado de ser los más estudiados ha ser los más olvidados.
Actualmente estan reconocidos como categoría diagnóstica en los principales sistemas de clasificación (CIE y DSM, de la OMS y la APA). Son el objeto de mumerosos artículos científicos, representando incluso un crecimiento exponencial en su publicación.
El concepto de disociación
La disociación puede definirse como una separación estructurada de los procesos mentales (pensamientos, emociones, cognición, memoria e identidad) que normalmente están integrados. Fue descrito por primera vez por Pierre Janet, que identificaba las estructuras mentales del sistema mental como automatismos psicológicos. Cada automatismo unía cognición, emoción y motivación con la acción. Sería similar a los sistemas de producciones o "producciones" (unidades de cognición-acción que se ejecutan como respuesta a indicios contextuales apropiados).
El repertorio de automatismos psicológicos elementales de una persona está unido en un único y unificado flujo de conciencia accesible a la consciencia fenoménica introspectiva y al control voluntario. Sin embargo bajo ciertas circunstancias podría ocurrir que uno o más automatismos se dividieran del resto, funcionando fuera de la consciencia e independientemente del control voluntario. Janet denominaba a esta condición desagrégation (disociación), una ruptura de la vida mental que normalmente se halla integrada y falta de integración entre diversas partes de la personalidad.
Este concepto es distinto del de represión mantenido por Freud porque, primero, los automatismos de Janet son "ideas fijadas" que poseían algún grado de autonomía con respecto a su desarrollo y efectos en la acción, en la experiencia y en el pensamiento. Segundo, estos automatismos son "subconscientes" (fuera de la consciencia que podía volverse consciente ocasionalmente), opuestos a "inconscientes" (como proponía Freud). Y tercero, consideraba la represión como uno más de los mecanismos posibles de disociación.
La disociación se consideró desde el primer momento como uno de los mecanismos de la histeria. El concepto de disociación va unido inextricablemente al de histeria.
El concepto de histeria
El concepto de histeria ha sido un concepto cambiante. Kihlstrom señala que se puede hablar entre otras de la histeria de Janet (que los psicoanalistas posteriores denominarían histeria de conversión), la histeria de Breuer y Freud (cualquier enfermedad mental funcional), de la histeria del Síndrome de Briquet (quejas somáticas recurrentes y múltiples con curso crónico), y personalidad histérica (DSM-III-R: personalidad histriónica y utilizada como etiqueta sexista)
Actualmente se intenta evitar la noción de “propósito inconsciente”, ya que no puede medirse objetivamente y no cumple los requisitos de un sistema descriptivo ateórico. También es importante tener en cuenta el efecto de los síntomas histéricos sobre la conducta y relaciones sociales. El estado de ánimo se describía clásicamente como belle indifference. Esta actitud no se recoge actualmente como criterio de diagnóstico.
Slater sugirió que el diagnóstico de histeria se abandonara y solo se usara la palabra como adjetivo para describir ciertos tipos de síntomas y de personalidad. Se basa en un estudio: de los 85 pacientes a los que se les había dado un diagnóstico inicial de histeria, tras 9 años de seguimiento sólo 7 mantenían el diagnóstico original de histeria con síntomas clásicos de conversión.
La histeria existe, pero es mucho menos común de lo que se piensa previamente. La confusión es mayor cuando los síntomas histéricos se encuentran en conjunción con otra condición física. Un ejemplo es la histero-epilepsia. Conclusión: los síntomas histéricos son muy comunes pero el diagnóstico primario de histeria no.