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De la "melancolía" a la "depresión"

Los sentimientos de abatimiento o de depresión tienen funciones filogenéticas adaptativas como recabar la atención y el cuidado de los demás o ser un modo de conservar energía para poder hacer frente a ulteriores procesos de adaptación. Pero estos sentimientos pueden interferir con la capacidad adaptativa y llegar a ser patológicos.

Los intentos más remotos de comprender científicamente la depresión se deben a Hipócrates, quien empleó el término genérico de melancolía para dar cuenta de estos estados de inhibición y tristeza. Para él la melancolía se debe a desequilibrios en la secreción de bilis negra o a una mala combustión de la misma dentro del organismo, dando lugar a restos tóxicos. Esta concepción humoral permanece intacta hasta el siglo XIX.

En el siglo XIX y principios del XX se comienza a utilizar la palabra depresión y a emplear como un término diagnóstico. El cambio fundamental lo proporcionó Kraepelin, quien diferenció entre demencia precoz y enfermedad maniaco-depresiva. El término maniaco-depresivo incluía cuadros que hoy denominaríamos depresión mayor, distimia, trastorno bipolar o ciclotimia. Para Kraepelin las causas de la enfermedad maniaco-depresiva eran innatas e independientes de causas sociales o psicológicas.

De la "locura maniacodepresiva" a la "bipolaridad"

El término manía no estaba relacionado con el estado de ánimo, sino que se utilizaba para describir a pacientes con estados delirantes psicóticos que cursaban sin fiebre. Es a mitad del s. XIX cuando Falret y Baillarger describen con más precisión pacientes que presentan síntomas depresivos y maníacos de forma circular.

Karl Leonard fue el primero en separar los trastornos afectivos en "bipolar" (trastornos maniaco-depresivos o circulares) y "monopolar" (sólo depresión o sólo manía). Esta propuesta es la que se ha impuesto en la concepción clasificatoria actual de los trastornos anímicos.

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