Los tratamientos son muy diversos. El retraso mental es un problema crónico que acompaña al ser humano mientras vive, se habla más de apoyos que de tratamientos.
La idea de continuidad de servicios
Esta cronicidad inspira la necesidad por ofrecer un entramado de servicios y apoyos dentro del mundo social que permita a la persona con retraso mental poder vivir su vida de forma adecuada como un ciudadano más y con derecho a tener acceso a todos los bienes sociales. Implica desde cuestiones éticas y jurídicas hasta políticas, sanitarias, educativas y psicológicas. Las sociedades occidentales han sido sensibilizadas en los últimos 30 años hacia la admisión de niños con retraso mental en los centros educativos. Faltan otros muchos encaminados al logro de regímenes asistenciales adecuados a nivel de cuidado de la salud, integración social posterior al período de escolarización, cambio de actitudes hacia la significación de retraso mental, cuestiones relacionadas con la sexualidad del deficiente y otras tantas.
Tratamientos farmacológicos
Los tratamientos a nivel farmacológico han mostrado un fuerte fracaso excepto en aquellos casos en los que o bien se ha aislado la deficiencia funcional o bien mediante la aplicación de intervenciones agresivas en el caso de alteraciones cerebrales. El enriquecimiento de la dieta a base de vitaminas o activadores de la transmisión neuronal han fracasado.
Los entrenamientos en inteligencia
Las posiciones ambientalistas han defendido la realización de programas de entrenamiento en inteligencia, los programas de estimulación precoz para el desarrollo motriz primero para después ir ampliando a desarrollo cognitivo y lingüístico, sensorial, académico y social. El éxito de estos programas ha sido desigual, aunque se han publicado resultados sorprendentes, fundamentalmente referidos a niños con síndrome de Down. La realidad sin embargo es que no conocemos lo suficiente como para saber cuándo, cómo y por qué se ha tenido éxito en unos casos y no en otros.
También se intensificó la investigación y la acción dirigida al fomento de la inteligencia en niños que vivían en áreas socialmente muy deprivadas, se alcanzaron resultados prometedores pero no se mantuvieron ni predominó un acento en el progreso del conocimiento, sino en la “tarea asistencial” de ayuda y se ha llegado a convertir en una parte de la política social-educativa como “educación compensatoria”. Desde otra perspectiva se han propuesto programas de “enriquecimiento instrumental” asentados más en operaciones intelectuales que en el incremento en rendimiento de tareas estrictamente académicas, con un éxito también desigual. La conclusión es que todavía no son bien conocidos los procesos de aprendizaje y consolidación de lo aprendido de las personas con retraso mental.
El fenómeno de la “integración”
Desde la oferta escandinava de Bank-Mikkelsen hacia mitad del s. XX hasta nuestros días, la idea matriz ha sido en cuanto a la “integración”, la defensa de los derechos al disfrute de los bienes sociales y culturales de estas personas. Uno de estos bienes es el derecho a la educación en las mejores condiciones posibles.
Frente a la actitud de “institucionalizar” en centros específicos de enseñanza, la idea de la integración consiste en el empleo de los medios los más normales posible, con centros normales y compañeros normales, con una serie de apoyos (especialistas en evaluación, tratamiento, lenguaje, motricidad…). Esto debió ir acompañado con la creación de centros y servicios locales lo más cercanos posible al domicilio de los niños retrasados mentales y previamente un estudio acerca de las actitudes del resto de la población respecto a este problema. Esto no se hizo y los resultados no fueron especialmente favorables a la integración.
Conjuntamente los padres comenzaron a tomar parte activa como coterapeutas y estos acercamientos mostraron un considerable éxito aunque exigían un compromiso continuado. Ya a mitad de los 80 en los países desarrollados el fenómeno de la integración masiva e indiscriminada había fracasado y se comenzó a articular un esquema teórico diferencial en el que importa más el análisis del caso individual y la eficacia de los contextos/apoyos para lograr el máximo desarrollo del potencial humano del retrasado mental que su adscripción a un ambiente educacional “integrado” desde el comienzo.
Existe una enorme variabilidad entre los diagnosticados con “retraso mental” y esta diversidad lleva consigo la necesidad por generar servicios especializados y diversificados en función de las necesidades que cada persona tenga. Este sentir es el que defiende la Sociedad Americana sobre el Retraso Mental y la propuesta que ha hecho acerca del modelo funcional integrado de evaluación y tratamiento. Reconocimiento de la diversidad, individualidad y adecuación de servicios en función de necesidades frente a decisiones generalistas indiferenciadas.