Dada la repercusión de los trastornos de ansiedad en la infancia, es conveniente iniciar el tratamiento psicológico tan pronto como se detecte el problema.
Sin embargo, a menudo los padres tienden a subestimar los problemas de ansiedad en sus hijos. Prueba de ello es que la prevalencia de los trastornos de ansiedad en la infancia es un 4% menor cuando la estimación la realizan los padres y no los hijos (Bragado, Carrasco, Sánchez y Bersabé, 1996).
Actualmente, el predominio de las técnicas cognitivo-conductuales se ha puesto de manifiesto en abundantes trabajos que aplican una metodología cualitativa y cuantitativa de la eficacia de los tratamientos (véase, por ejemplo, Santacruz, Orgilés, Rosa, Sánchez-Meca, Méndez y Olivares, 2002). De hecho, aproximadamente el 76% de los niños que reciben tratamiento psicológico mejoran clínicamente (Kazdin y Johnson, 1994, Weisz y Hawley, 1998).
A pesar de los progresos alcanzados en el campo de la terapia de conducta infantil, continúa siendo necesario mejorar algunos aspectos tanto de la evaluación como de las técnicas de tratamiento. Entre los tratamientos infantiles para los trastornos de ansiedad incluidos en este capítulo, no existe ninguno que pueda considerarse bien establecido según los criterios de la Task Forcé (Lonigan, Elbert y Johnson, 1998).
El programa Coping Cat de Kendall (1990), de terapia cognitivo-conductual para niños con ansiedad (ansiedad elevada, ansiedad de separación y trastorno de evitación) se encuentra entre los tratamientos probablemente eficaces. Se desconoce hasta el momento la contribución de cada técnica al éxito de los programas de tratamiento del programa y sus adaptaciones para el trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de ansiedad por separación, por lo que sería conveniente realizar estudios de desmantelamiento de los tratamientos.
Una necesidad a considerar es la de incorporar programas de seguimiento de los resultados alcanzados con los tratamientos de los trastornos de ansiedad.
El mantenimiento de las ganancias terapéuticas adquiere gran importancia en los niños y adolescentes debido al riesgo de recaída o recurrencia del trastorno.
Un campo de estudio relevante es el referido al desarrollo de programas preventivos que fomenten las habilidades de afrontamiento en niños y adolescentes y modifiquen los factores ambientales de riesgo para el desarrollo de los problemas de ansiedad (Méndez, Olivares y Bermejo, 2001).
Finalmente, existe la necesidad de contar con técnicas y programas de tratamiento diseñadas específicamente para población infantil, que se adapten a las peculiaridades evolutivas de niños y adolescentes y a las particularidades de los trastornos de conducta en ambas etapas.