Frank introduce el vocablo Técnicas Proyectivas para describir una categoría de pruebas para el estudio de la personalidad en las que el individuo da respuestas libremente a series de estímulos tales como manchas de tinta, láminas o frases incompletas, basándose en el supuesto de que las personas proyectan en sus respuestas sus percepciones, sentimientos, estilos o conflictos.
En la interpretación de las respuestas individualizadas ha tenido gran influencia la teoría psicoanalítica. La proyección como término psicoanalítico es considerada diferente de la proyección ante estímulos. Frank encuadra el concepto en el modelo lewiniano de la conducta, en cuanto proceso de organización del campo perceptivo, y más tarde añade que se trata de una modificación activa por parte del individuo sobre los estímulos, personas y situaciones del entorno. Murray considera que la proyección puede ser consciente o inconsciente, de aspectos favorables o desfavorables, de sí mismo o del entorno. Zubib, Eron y Schumer señalan que la proyección no tiene necesariamente que implicar componentes defensivos, inconscientes, inaceptables o de evitación de la ansiedad.
Desde la perspectiva holista-funcional, se sostiene que toda conducta es activa, propositiva, orientada a unos objetos y para evaluarla y comprenderla se necesita una aproximación holista, lo que requiere un esfuerzo por comprender la personalidad en su totalidad. El término proyección es sustituido en este modelo por el de apercepción.
El desarrollo desde finales de los 70 de la perspectiva cognitiva para el empleo y análisis de las técnicas proyectivas entiende la proyección como la manifestación de conductas encubiertas del paciente, en relación con estímulos pictóricos que le son relevantes. A partir de estos supuestos las técnicas proyectivas son entendidas como tareas facilitadoras de componentes o aspectos de la conducta difícilmente accesibles por métodos directos.
Las técnicas proyectivas desvelan las partes más profundas de la estructura de la personalidad, de las cuales el individuo ni siquiera es consciente.
Penetran en el mundo interior de la persona, lo que Dana llama experiencia subjetiva compartida. Aiken y Cronbach afirman que la aplicación y calificación de una prueba proyectiva requiere más capacidad y sensibilidad que para un inventario de informe de sí mismo.
Habitualmente se recomienda que los psicólogos clínicos consideren las interpretaciones de las respuestas de proyección sólo como explicaciones sugeridas que pueden o no confirmarse por medio de otras fuentes de información sobre la persona. La mayor parte de las veces son utilizadas en el ámbito clínico y como complemento de las técnicas conductuales o de rasgos.
Las Técnicas Proyectivas son definidas como instrumentos sensibles para revelar aspectos inconscientes de la conducta, que provocan una gran variedad de respuestas subjetivas; son altamente multidimensionales y evocadoras de datos inusualmente ricos con un mínimo conocimiento por parte del sujeto del objetivo de test. También han sido eficaces para evaluar aspectos del mundo cognitivo y afectivo que pueden servir de indicadores para el diagnóstico o la descripción del individuo. El Educational Testing Service las considera como aquellas medidas que requieren una respuesta no estructurada en orden a efectuar una evaluación de la personalidad o cognición del sujeto examinado.
Su objetivo es la evaluación global de la personalidad, es decir, no concentran la atención en la medición de rasgos separados, sino en una imagen compuesta de la personalidad, y su apoyo es la teoría psicodinámica, aunque también han sido conceptualizadas desde la teoría de la Gestalt.