El trastorno de conversión aparece entrelazado con el trastorno de somatización porque ambos se originaron en el concepto de histeria y comparten un tipo de personalidad histriónica. Los trastornos de conversión se caracterizan por una pérdida o alteración real del funcionamiento motor o sensorial que lleva a pensar en un trastorno o enfermedad somática. Sin embargo, se considera que los factores psicológicos están relacionados etiológicamente con el inicio del trastorno, ya que existe una relación temporal entre un evento estresante y el comienzo de los síntomas de conversión.
Por otra parte, los síntomas de conversión han sido definidos como síntomas neurológicos que carecen de dolor y son inexplicables desde el punto de vista clínico. Los síntomas varían considerablemente, siendo los más frecuentes la ceguera, sordera, parálisis, afonía y la pérdida de sensibilidad parcial o total. Estos síntomas no están apoyados por la evidencia médica, ya que tras una exploración se observa que el órgano está libre de cualquier tipo de lesión. En eso se diferencia de los trastornos psicosomáticos, en los que sí existe una disfunción médica observable.
Según las teorías psicoanalíticas la conversión está causada por la ansiedad que surge a partir de conflictos inconscientes. El conflicto ocurre entre la necesidad inconsciente de expresar un impulso instintivo (agresivo o sexual) y el temor de hacerlo. Por tanto, el síntoma de conversión podría desarrollarse para permitir la expresión de un deseo o un impulso prohibido.
El DSM-III-R explica el significado del síntoma de conversión en base a 2 mecanismos. Por un lado, mediante una ganancia primaria por el hecho de mantener fuera de la conciencia un conflicto o necesidad interna. Por otro, por una ganancia secundaria evitando una actividad que es nociva para él u obteniendo apoyo que de otra manera no conseguiría.
En los años 60-70 se debatió la posibilidad de que el desorden tuviera una base neuropsicológica. Las teorías basadas en la asimetría cerebral enfatizaban el papel del hemisferio derecho, con el que los sujetos zurdos serian más vulnerables que los diestros. Sin embargo, la implicación neuropsicológica se cuestiona. En primer lugar, la vinculación entre la lateralización y la conversión es prematura y no ha sido confirmada definitivamente. Segundo, una de las características más típicas del trastorno representada por la anestesia de guante, contradice directamente el conocimiento sobre el funcionamiento neurológico (en ese síntoma la falta de sensibilidad comienza en la punta de los dedos hasta la zona de terminación de la muñeca). De hecho este síntoma podría ayudar a distinguir entre un trastorno de conversión y un trastorno físico real.
La presencia del fenómeno de la belle indifférence (los pacientes se muestran indiferentes y despreocupados ante sus síntomas) puede ser una pista para confirmar la reacción de conversión y descartar patología orgánica. Otro criterio diferenciador se refiere a la consistencia en el patrón de los síntomas. En el trastorno de conversión los síntomas pueden cambiar conforme cambian las situaciones estresoras, pero en la enfermedad física real existe una gran consistencia en los síntomas.
Además, la frecuencia de enfermedades orgánicas es relativamente alta, mientras que el trastorno de conversión es infrecuente. Es posible que lo que sea infrecuente sea el diagnóstico del trastorno, ya que estos pacientes acuden más al médico que al psicólogo, puesto que creen que su dolencia es puramente física.